Chau Chinita


Han culminado unas fiestas patrias pintorescas y congestionadas. Llenas de Leysi (Town para los chicos y Suárez para lo grandes), llenas de berrinches de un Ántero Flores Araos en autobombo como ministro de defensa (no escribo el cargo con mayúscula porque no siento, al menos por ahora que “Gato Gordo” haga honores al hábito), llenos de Eva Ayllón y su Pisco en cerámica (que ya tuve la suerte de disfrutar y se los recomiendo con sinceridad) y llenos de tarifarios de combi que se dispararon “por feriao, varón, por feriao”.

Un hilarante centésimo octogésimo séptimo aniversario cuyos recovecos describe a rajatabla y con un punsocortante verbo mi amigo y hermano Jaime Choquehuanca (
http://jaimecgamarra.blogspot.com/). Un intro muy político y solemne sobremanera para el tercer post de este joven blog, pero vayamos a lo nuestro, hoy hablaremos de un momento trascendental en la historia de la combi: EL DÍA QUE MURIÓ LA CHINA.

Atrás quedaron los hermosos tiempos en que podías comprar tu galleta Pícaras con una moneda de sol y recibir un justo 50% como vuelto, el cual te alcanzaría para transportarte a tu colegio, centro de estudios, insituto, penal en el que purgas condena o cuanta parada cercana fuera de tu necesidad. Hoy en día un sol no te alcanza para ninguna de las dos cosas. No importa en donde lo intentes, recibirás unos incipientes centavos de vuelto con una expresión de resignación “porque todo ha subido varón, el pasaje también”.

Recuerdo una memorable ocasión un viernes en que salí de mi trabajo en KFC (Una oscura parte de mi vida que intento olvidar sin éxito hasta el momento) y sin darme cuenta no calculé mi presupuesto en el momento de llamar a mi enamorada para confirmar nuestra salida por nuestros cuatro meses de aniversario.

Era inevitable y buscar dentro de mi billetera con más insistencia no cambiaría las cosas, no tenía más que 30 centavos y estaba varado en la esquina de la Av. La Marina con Universitaria a las 2:30 A.M.

Veía con una anticipada desilusión a las combis que se estacionaban frente al Mc Donalds de Plaza San Miguel, en donde aquella noche un trío de amigos incondicionales, cariñosos y beodos se abrazaban entre sí con el gusto de compartir otro fin de semana juntos brindando con Zenda al mejor estilo de los maestros Polo Campos y Avilés en el preámbulo de un caótico fin de semana en el que el hígado saturado de alcohol etílico sería el único descontento.

Un poco más allá, una pintoresca señorita con facciones masculinas torpemente disimuladas camina de un lado a otro ansiando ser recogido por un taxi, pero sabe que no engaña a nadie, no tiene para el taxi y la combi sería su Mercedes en esa noche de tenue llovizna. Repito con justicia que no engaña a nadie, todos los transeúntes del paradero sabemos que no es mujer y sólo un vendedor de caramelos de seis años se lo hace saber con la crueldad propia de esa inocente edad: ¡Trabuco!, ¡Trabuco!, ¡Pato!, ¡Rosquete!

Muy en el fondo era otra mi preocupación, sabía que no tenía el suficiente dinero para poder llegar a mi destino unas diez cuadras más abajo. Cincuenta centavos era el mínimo necesario y yo sólo disponía de 30. Los cobradores continuaban saltando y bailando alrededor de cada persona que por allí transitaba.

Es curioso la peculiar forma en que estos anfitriones te invitan a subir: bailan frente a ti y saltan con los brazos extendidos interrumpiendo tu paso por algunos momentos hasta que el hartazgo te haga subir o impacientarte por desviar hacia la pista. La expresión desolada con la que te miran si subes al micro que está más lleno cuando el suyo está vacío me resultaba graciosa. Esta noche no, esta noche tal vez su baile sería en vano: treinta hasta Universitaria, varón.

Desperté de mi instantánea alucinación, sabía que treinta hasta Universitaria haría que el cobrador detuviera su frenética danza y me dijera alguna frase que sugiera una posible locura o esquizofrenia en mí, sino es que se riera en mi cara y cerrara la puerta para arrancar a toda velocidad.

Era hacer la intentona o tener que caminar toda la ciclovía de la Avenida Universitaria pelándome de frío y con ganas de envolverme en mis sábanas para acudir a clases al día siguiente. En fin, ahora o nunca, treinta hasta Universitaria, sí claro, ni yo me la creía.

Caminé rápidamente hasta las múltiples ofertas estacionadas en la pista. El primer cobrador empezó su danza que cesó intempestivamente en cuanto pronuncié el número de mi petición: 30 hasta (su rostro cambió a desconcierto) Universitaria (la risa burlona se dibujó) acá abajo nomás (ahora si estaba por mandarme a freír camote).

Unos segundos de silencio y me hizo saber que mi dolencia mental me llevaba a realizar una petición a la que no accedería ni en caso de presentársele algún problema gastrointestinal. ¿Tas loco cuñao? ¿Treinta? Ni cagando. Cerró la puerta y despegó lleno.

Yo me preguntaba en medio de mi mala suerte ¿Quién no se ha quedado sin pasaje camino a alguna parte como a casa? Iría por mi segundo intento esperando resultados similares. La escena se repitió unas cuatro veces hasta que sólo quedó una combi, frente a la cual pronuncié algo que no había dicho hasta el momento: NO TENGO MÁS, BROTHER. SÓLO QUIERO IRME A CASA.

El cobrador miró hacia ambos lados de la calle, los asientos no estaban tan llenos como un concierto de reggaeton ni tan vacíos como una misa de confirmación así que, comprendiendo mi impase, me permitió subir y me pidió que “avance al fondo” para justificar la insuficiencia del pago realizado.

No me puse a reflexionar si debía avanzar atrás, adelante o al techo, subí e hice silencio agradeciendo la comprensión de aquel muchacho poco mayor que yo dueño de un mismo frío y pesar. La gente comenzó a subir hasta llenar el pequeño latón. Los pasajeros se impacientaban frente al afán del cobrador por llenar su vehículo hasta el tope antes de despegar. Yo no iba a quejarme de nada, con qué cara.

Me bajé cerca de casa y agradecí ese aventón casi gratuito. De nada brother. No esperaba una respuesta pero la obtuve. Hoy por hoy la reacción de desconcierto y risa no es frente a diez, ni veinte, ni treinta, ni cuarenta centavos, ahora pagar cincuenta es un crimen. Admitámoslo, murió la china.

Salvo rarísimas ocasiones puede uno pagar cincuenta centavos para llegar a su destino. Son mayores mis precauciones por no quedarme sin pasaje en el momento en que salgo de casa, no sea que me vuelva a ocurrir y entonces haga un total ridículo al creer que alguien me llevará media cuadra por menos de cincuenta.

Los escolares son los que por ley efectúan este pago mínimo, yo pienso que hasta debería llevárseles por menos, pero en fin. Es esta condición de pagar “china” la que los lleva al último lugar del ranking de los pasajeros más gratos para las combis, microbuses o buses y en los peores enemigos del cobrador. (Hablaremos de eso un próximo post).

Pero es gracioso como ahora hasta el medio pasaje ya no es tal sino “tres cuartos de pasaje” o “90% de pasaje” y no es que vuelva la época oscura de Alan García y el rap de las dos torres de los Nosequién y los Nosecuantos, es sólo que digámoslo como es: NOS PONEN LA TARIFA QUE QUIEREN. Al no haber nadie que se queje, no habrá problema con incrementar el costo, ¿y la china? Muerta y enterrada, inexistente, finito, cero, kapoom.

Claro, nunca faltarán aquellos que paguen su china o la cifra correspondiente y se nieguen a bajar o les valga un pito la expresión disconforme y la mala gana del cobrador que cada día se siente mal pagado con más frecuencia. Este es el caso de su servidor y otros muchos miles de transeúntes que no nos dejamos pisar el poncho y somos mal vistos por nuestros dulces anfitriones que te chasquean las monedas en la cara para indicarte que ya es tiempo de pagar, cada vez más pronto, cada vez más fuerte. Acabo de subir, todavía no me bajo.

Habemos quienes aún nos aferramos a pagar lo justo y que no concebimos como racional el hecho de pagar un sol como medio pasaje, 4 soles con cincuenta para ir a vacacionar a Chosica, Un sol cincuenta de Benavides a la Marina, 2 soles de Universitaria a la Universidad de Lima, Un sol de Universitaria hasta Plaza San Miguel. Las Pícaras cuestan 50 y no 60 ni 70, carajo.

En fin, mientras termino las líneas finales de este post con un café caliente y una vasija con pop corn, me dispongo a apagar la computadora para ver el DVD del Planeta de los Simios que me prestó mi tío, que dicho sea de paso tiene un blog muy bueno que les recomiendo (
http://ricardorondon.blogs.peru.com/), no tengo el hígado inflamado pero sí reconozco que me indigna sobremanera ese tarifario abusivo en el que se escudan las empresas de transporte (no los cobradores, porque ellos sólo hacen su digno trabajo) para elevar sus precios a niveles propios de un libre albedrío como si no hubieran leyes en el país del cuy, del pisco, de la chicha y de la imitadora de Tula.

Espero, queridos lectores, hagan valer sus derechos como transeúntes y no permitan que se les cobre más de lo justo, sino, siempre podemos pedir que se nos devuelva el dinero, eso es algo que el cobrador no podrá perdonarse y lo conducirá a una terrible resignación con lo que consideremos (y sea) justo pagar, eso o bajarnos sin darle un céntimo pese a las cuadras ya recorridas. Él (o ella) elige, nosotros llevamos las de ganar. Esquina baja. Ya te pagué.

6 comentarios:

Azucena Oré Vereau dijo...

Interesante y muy gracioso lo que describes, a quién no le ha pasado quedarse sin pasaje...así pasa. Como se extraña a la chinita!!!. Oye alvaro haces buenos cherrys ah ! jajaja :)

Anónimo dijo...

cada post es aún más entretenido.

y tienes razón: el medio pasaje no es medio sino un 90%.

me acuerdo que en los años 90' e inicios del 2000 pagaba 30 cuando iba al cole, ahora los escolares pagan 50 no?

a ver si organizas una huelga al mismo estilo de las que realiza san marcos para que se respete el mal llamado medio pasaje y de paso le reduscan la tarifa a los escolares.

que tales cherris, ¿te están pagando por la publicidad?
si es así estoy seguro que tú tambien les pides que te paguen con sencillo.

hay algo que no entiendo: que tienen que ver el precio de las pícaras? creo que hiciste una poco acertada comparación.

al leer el primer párrafo de tu post pensé por un momento que habias cambiado de tema y te habias dejado llevar por la esbelta y estupenda figura de leysi. ¡que se siente donde le de la gana¡ jaja mentira, hay que respetar nuestros simbolos no? de ese tema ya opine en otro buen blog (no voy a decir cual porque ya le hiciste la suficiente publicidad)

espero otro post.

Lolle dijo...

uhmmm

a mi las picaras siempre me las venden a 60...

y weno...

yo pago 1 sol 20 de universitaria hasta mi casa q esta mas alla de la de lima...
=S
a veces ni me cobran^^

(será xq tengo cara de niña buena q siempre paga con sencillo o q no notan mi existencia?? u_u)

david [la rana] ricardo dijo...

la verdad ni se cual es el pasaje entero

cuando vivia lejos pagaba mi humilde sol, ahora que vivo cerca de la U, uso una china!!!

mi china aun no se fue, mi china vive!!!

cdt, saludos, te leere mas seguido...

LUIS TORRES dijo...

buen relato...

pero me ubiera gustado ke metieras un par de lisuras a la hora de hablar de lo cobradoreS de combi para darle mas realismo a la cosa.. en fin, sigo leyendo tus entradas..
buen blog.

g a b y m o r t e m dijo...

Jajajaja, me enamoro
mas de tu blogspot,
asi se deben decir las cosas
"como son pe' chicho"

extraño comer picaras
rayos! ):

qe pena
qe se fue la chinita,
pero aun conservo una aqi en mi tan pelada billetera..
de recuerdo.
jajaja,

Cada qe escucho
esa cancion de tongo,
no puedo evitar
imaginar su cara tan cerca a mi, y sus papadas contorneandose cual ola en el mar xD!!!!!

qe tales cherris compare',
creo qe hay money de por medio ahi?

japanaja?
como es la nuez? jajaja

cuidate chico
muaaaa*!!

Pasajeros inteligentes que pagan con sencillo...