Video Post: My mono humps / Perdona a tu pueblo, Señor

Este video inspirado en el tema "My humps" de los Black Eyed Peas fue creado por este blogger en un momento de insanía y extrema desocupación. Advierto anticipadamente que podría herir profundamente la sensibilidad de los lectores de este pequeño espacio. Esta es una muestra de lo que puede ocasionar en el ser humano el aburrimiento de un pesado trayecto en bus. Damas y caballeros, los dejo con mi entrañable amigo y hermano del alma, "El mono". Únanse a los casi 30 mil espectadores que ya abandonaron corriendo sus pantallas, saludos. Esquina baja.

Tienes un e-mail

Hola a todos nuevamente, este nuevo post no está dedicado a nuestro amigo el cobrador o a su florido verbo. Tampoco al carismático chofer que arranca antes de que pienses en subir. Mucho menos al inoportuno controlador que te despierta de tu apacible siestita solo para romperte tu boleto por la mitad.

No, esta nueva intervención es acerca de un extraño fenómeno de socialización que pretende convertirse en la nueva forma de conocer amigos, parejas y hasta...¿clientes?. Mira bien el espaldar del asiento que está en tu delante, podrás encontrar desde correos y pensamientos hasta letanías a Satán. Los mismos rótulos urbanos que se han apoderado de las combis y que en este post bautizaré como "combiavisos clasificados".

Estos "combiavisos clasificados" no solo vienen en todos los tamaños, tipos y lenguajes que el transeúnte se pueda imaginar, sino que tienen las más diversas e insospechadas intenciones. Sin más preámbulos, una clasificación a grosso modo de los diferentes tipos de "combiavisos":


1) Vuelve conmigo "amor"

Este es el típico anuncio de un muchacho o muchacha desesperado o desesperada por recuperar a la colegiala o reggaetonero que la o lo mandó a volar. La pregunta es, mi estimado(a) luchador(a) romántico(a), ¿Qué te hace pensar que de las cerca de 27 mil unidades de transporte público que circulan en Lima Metropolitana, tú amor perdido se subirá justamente a esa combi?. Una estrategia algo incierta si lo que quieres es recuperar al chico o chica que te dijo "hasta aquí 'nomás", "no eres tú, soy yo", "démonos un tiempo" y toda la verborrea típica del fin de una relación con alguien que se aburrió de ti. Generalmente, este tipo de anuncios vienen escritos con lapicero o plumón Faber Castell y con un pulso bastante inestable, probablemente a razón de la crisis que atravieza el autor o autora. El contenido llega desde el mero "perdóname" hasta poesías enteras con corazones y snoopys deformes, tampoco pidamos perfección si el artista está limitado por el bamboleo de la combi.

2) Solo porque sí

Este tipo de combiaviso no tiene una finalidad clara, por lo menos no hasta que le escribas a la persona que pretende establecer contacto contigo. El perfil psicológico de los autores de este tipo de anuncio es algo duro de roer, pero los perfiles varían: desde la colegiala fea y gordita a la que nadie hace caso, un "chico solitario y de buenos sentimientos" que necesita compañía "y algo más" (generalmente un encuentro cargado de fricción que termina incrementando las tristes estadísticas de hombres y mujeres con ETS), pasando por el cibernauta en crisis cuyos únicos contactos del msn son su mamá, su tía y su hermanita menor (quien lo tiene en no admitir), hasta el maníaco(a) ninfómano(a) que no teme ser víctima de un traficante de órganos que lo pepee, le saque los riñones y lo guarde en pedacitos en una cajita de leche Gloria dejada luego con cariño en la puerta de su casa que aparecerá por 40 segundos en los policiales de algún noticiero local de baja sintonía. ¿La estructura? ninguna, solo el e-mail escrito completo recortando el hotmail a "hot..."


3) "Amix por 100pre"

El mundo de la fantasía y la ilusión vienen a mi mente al ritmo de Floricienta cantando que se queda muda cuando veo este tipo de letreritos. Los asientos traseros de los buses y combis son tomados por asalto con el liquid paper para inmortalizar los nombres de los miembros de una pandilla de colegio nacional unida por siempre y para siempre hasta el fin, sí señor. No es necesario poner el nombre completo cual padrón, tan solo el apodo uno detrás de otro con el nombre de la promo arriba o abajo.

Y mucho menos importa si usted deja las entrañables aulas del colegio este mismo año, puede anticiparse anunciando su egreso como "Promo 2010, 2011" y hasta 2015 (créanme, hablo en serio). Si es es usted una damita, entonces variará la estética del dichoso aviso, pues sus plumones "Patita", o sus marcadores de escarcha con olor a fruta sintética (que solemos fumarnos en los baños entre clase y clase) se esforzarán hasta el desgaste extremo por plasmar a las 5 amiguitas más inseparables y felices de la promoción JUXIRELOVI ("Juntos x 100pre recordando lo vivido") RULIVECHU, ARRECHIMANGO, PIKACHU, CHACHACHA o cualquiera sea el acrónimo de la frase que ostente usted en su anuario de promoción. Todo es válido para perennizar esta hermosa edad que se nos escapa de las manos de manera ingrata y acelerada.

Claro que nunca faltará la versión masculina de este tipo de carteles. No podemos olvidar a los 'malditos', los 'pajas', los 'faites', los 'bacatranes' y hasta los (no se vayan a ´burlar), 'culipanderos' que inmortalizan su bravura urbana dejando bien en claro que 'no hay pa nadie' y dejando su legado de 'big boss' con plumón de pizarra o 'fai pen'. Al leer estos pintorescos escritos con mucho 'flow' no dejo de pensar que si algún día Wisin y Yandel, Arcángel, Daddy Yankee, Ivi queen, Miguelito, Don Omar y toda la sarta de expositores del género reggaetón suben a una combi diciendo "salte del medio", se sentirían honrados y llorarían de emoción ante tan tierno homenaje.

4) "Solo para contratos"

Ante la proliferación espontánea de colegiales nostálgicos, gente sumida en la soledad y amantes de microbús, surge un nuevo tipo de aviso con una intención más que directa: convertir al lector en el más fiel de los parroquianos, ya sea gratis o con algún sencillo de por medio. La oferta es variadísima y hay para todos los gustos: chicos buscando chicas, chicas buscando chicos, chicos buscando chicos, chicas buscando chicos para que dejen de buscar chicos y devoradores nocturnos que "atracan" con lo que sea. Tome lápiz y papel, que los mails y los teléfonos celulares están a la orden del día si lo que quiere ustes es un poco de afecto y calor.

Hay quienes son más directos en su objetivo y no ven recurso mejor que precisar la especialidad dentro de las infinitas faenas amatorias: Posiciones, gustos, deseos y promesas de una noche intensa de danzón y arrabal en el reino de las cuatro perillas. Cuidado, vaya usted a saber si el susodicho, susodicha (o ambos) no es de su completo agrado: tal vez, infortunado caballero, haga usted contacto, cual espíritu chocarrero, con un alma en pena devorada por la celulitis y usando pantimedias y licras que amenazan con zucumbir ante la gordura de un paquidermo apodado "lolita", "charapita", "gatita" y hasta "Zusi Día" (que jamás suba a una combi la ex congresista, pues no sabría si enfurecerse por la torpeza de quien escribió su nombre o por la indecorosa usurpación). Hay de todo en la viña del Señor, sino me creen, revisen su asiento, damas y caballeros.

Finalmente, dentro de este ofertorio sexual se alzan quienes únicamente hacen peticiones al potencial cliente dejando, bien clarito, el número o mail de contacto: "azótame", "castígame", "ámame", "entrégate", "devórame" y un sinfin de requerimientos que algún buen zamaritano esté dispuesto a cubrir con desprendimiento y generosidad. Las peticiones más graves no han sido transcritas por respeto al lector y porque usted podría estar ingiriendo algún alimento mientras recorre estas líneas. No queremos que su momento gastronómico se eche a perder.

5) Los Vallejos

El lado artístico del asunto se encuentra en esta categoría. Los aspirantes a poeta urbano que escriben en los asientos de las combis parecen no disponer de dinero para comprar su cuadernito loro de 50 hojas. No, sabemos que se viene una crisis y lo mejor es ahorrar escribiendo en la combi. Los poemas van desde el amor bucólico y enfermizo hasta odas escritas en honor a las cosas más insospechadas.


Las letanías al mismísimo Satán nunca faltan, claro que se trata de gente que en su ánimo de espectacularidad pecan de malos escritores y lanzan un sinfín de palabras sacadas de un niño pidiendo dulcecitos en el Parque Kennedy durante Halloween. Estas composiciones no suelen ser muy creativas y suelen extenderse por las paredes de la combi con plumón indeleble remarcado con insistencia. La pregunta del millón es: ¿Dónde demonios está el cobrador en ese momento?.

Hemos llegado al final de este recorrido por los graffitis sobre ruedas que han convertido a la combi en un espacio para las ideas del alma. Un rinconcito bohemio para inmortalizar las amistades, los amores perdidos, las bajas pasiones y el kamasutra completo en la superficie de triplay y plástico que es el espaldar de su línea de transporte habitual.


Deje salir al Neruda de Liquid Paper que lleva dentro, no deje pasar la oportunidad de inmortalizarse junto a sus amiguitos de promoción y si no tiene con quien dormir esta noche, llame ahora, llame ya y no se deje sorprender, luego no hay lugar a reclamo. Qué miedo, mejor no llame, no sea que le toque un traficante de órganos o una dama artificial con detalles demás. Sucre baja, ¿que no es paradero?, en fin...

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Videopost: Suerte de escolar

Este video me devuelve a la mente las no tan lejanas épocas de escolar, tiempos en los que tú, tu mochila de canje de metro, tú chompa, tu insignia, tu camisa salida del pantalón, tus ínfulas de futuro del país y tu cara de 'voy a llegar tarde, coño' eran invisibles para un cobrador que gozaba dejándote con la mano alzada en el paradero. Para grandes amigos que aún sufren este suplicio denigrante, aquí un videopost con un infortunado escolar que al parecer deberá ponerse frente a la combi para que lo recojan.

Videopost: Cuando el sueño puede más

A veces el sueño nos vence en cualquier lugar y la combi no es la excepción...

Lero, lero, jojolete

Una nueva mañana se inicia para este humilde (no ser rían, humilde) universitario, he abandonado el paradero de la avenida Universitaria para trasladarme al Paseo Parodi, en donde algún micro o combi hospitalaria terminará de recogerme para concluir así el trayecto a mi Alma Máter.

Pasan dos minutos, tres, cuatro, cinco. Se me va haciendo tarde y una gota de sudor recorre mi frente en señal de que es mejor apurarse. Al fin, un bus celeste se aproxima para recogerme. Ya más de una vez he mencionado que este tipo de unidades paran algunos metros más allá del punto en donde alzas tu brazo para detenerlas. Esta no es la excepción, sino la exageración a la regla, pues frena sus ruedas a interminables 7 u ocho metros de mí. Cuatro segundos son suficientes, el vehículo se ha llenado totalmente antes de que pueda acercarme a la puerta. Una oficinista se agarra al manubrio, tal vez su llega tarde su jefe le descuente o la mire mal y eso no puede pasar, aunque tenga que viajar en la misma postura que el cobrador para evitar tal desdicha.

El bus se aleja dejándome malhumorado y a la vez desconcertado de que solo en el escalón de entrada puedan ir de pie y apretujadas cinco o seis personas. Parece mentira, pero es sólo una mínima muestra de los actos desesperados de los transeúntes ávidos de puntualidad del Paseo Parodi.

La pegajosa melodía de una salsa sensual me anuncia que mi salvación, la Covida (a la cual dedicaré más de seis post en el futuro), ha aparecido doblando la esquina. Lenta, serena, tranquila y recordándome a la canción esa que dice “es un buen tipo mi viejo”. Ah, la Covida, siempre a tiempo, siempre dispuesta a recoger desamparados peatones víctimas de la indiferencia de las combis asesinas. Mis buenas intensiones y utopía de la puntualidad se esfuman como el humo negro del tubo de escape del inmenso bus. El gigante naranja acelera dejándonos a todos atrás, con nuestros sueños, con nuestro tiempo, con la vida por delante, casi burlándose de nosotros. No es para menos, manos y piernas se agitan saliendo por las ventanas. El interior del bus está abarrotado y a punto de reventar producto de esa deforme noción de geometría espacial alterada por las ganas del sencillito extra que siempre tiene el amigo cobrador. Siempre hay sitio para uno más, varón, siempre.

Mi urgencia por llegar tarde es sólo comparable ante la sangre que hierve en mi interior de sólo imaginar la sonrisa triunfal y amarillenta del vigilante cuyo orgásmico placer es aventar la pizarra y cerrar al paso los infortunados estudiantes que, víctimas de una Javier Prado intransitable y una insufrible La Marina, llegan con escasos segundos de retraso. Está bien, lo admito, no somos unos santos de la puntualidad, pero ellos son unos monstruos maniáticos que no perdonan un segundo, una retraso, un impase, un accidente. Y no pienso darles gusto, me quedan tan sólo ocho minutos antes de que el fatídico timbre de las 8 de la mañana repique en mi facultad dejando atrás a quien no haya podido llegar. Saldré más temprano para la próxima, pienso rindiéndome antes del último y despesperado empujón que la vida a veces te da cuando más lo necesitas.

Más de una vez he tenido la oportunidad de presenciar un acto similar, atrás quedó el tiempo en que la señorita del sastre apretado y curvas dibujadas bajo el polystel, se inclinaba cual gacela en la ventana del taxista para mantener una plática animosa llena de intentos de regateo previa al abordaje amistoso y pausado del vehículo. Al diablo con formalidades.

Las chicas presienten y huelen la llegada de su salvador taxista, ya no creen en combis ni en cobradores que han olvidado la existencia del medio pasaje. La escena es desconcertante y a la vez emocionante: cinco féminas interceptan el vehículo en movimiento que no llega a detenerse en la maniobra de abordaje.

Las salvajes fieras abordan la station vagon conel desenfreno, maña y velocidad de un matataxista. Demás está decir el precio (S/.1.00 en implícita chanchita), demás también el paradero (Negocios con Tomás Marsano) y las palabras quedan de lado cuando las ansiosas miradas del quinteto de féminas le dicen al taxista que debe pisar primera para llegar.

Las Diosas Malditas de la Gran Sangre me vienen a la mente. Es curioso como una nueva forma de vencer al tiempo surge producto del ingenio del peruano harto de los desplantes del cobrador, jojolete, lero lero. "El taxista me cobra lo mismo y no se anda con idioteces" me dice una desconocida y bella señorita aferrándose con fuerza a su bolso del extraño mundo de Jack Skellington.


"La misma tontera cada mañana, con el taxi no hay pierde", se nos une un castaño muchacho mucho menor y más pequeño, al parecer cachimbo, junto a su mejor amigo emo con ese típico peinado mechón largo de "no me veas el ojo derecho porque Dios me odia". El asiento delantero queda vacío y nos embarga una fugaz sensación de pánico: el taxista no arrancará si su auto no se llena.

Para nuestra fortuna, la divina señal no tarda en llegar con el sonoro taconeo de una alumna (al parecer de décimo) vestida de sastre y con una minifalda que es un regalo al género masculino. Mis ojos se detienen sobre su...expresión de fatiga. No van a tirarnos la pizarra en la cara, mi voluptuosa amiga, y si lo hacen (como diría Arjona) cuente con un servidor si lo que quiere es vengarse.

Arrancamos dejando atrás a las diez almas que pugnan por llegar temprano al igual que nosotros. Tras unos minutos de interminable ansiedad, llegamos a la puerta de la facultad abriendo las puertas como un Marca a punto de secuestrar a un empresario del Banco de Crédito, o al menos esa impresión damos a la venerable anciana que salta del susto al vernos bajar violentamente a escasos metros de ella. Tal vez ya la han raptado antes para llevarla a un museo.

La carrera por la vida comienza cuando pugnas con otros 6 millones de espermatoides para adentrarte en el óvulo que te permitirá volverte gente y continúa a lo largo de los años: qué mapa del Perú con bolitad de papel crepé está más bonito, qué collar de fideos codito quedó mejor para mamá, quien logró hacerle el habla a la amiga castañita de colegio ficho que fue al mismo quino que tú, si la agarras a la primera o debes esperar al próximo examen de admisión y una inmensa cantidad de etcéteras.

Estas y otras idioteces se me vienen a la cabeza mientras corro desesperado por el patio rumbo a mi salón. El timbre ha sonado y el guachimán sonríe triunfal, sin embargo paso rozando la pizarra y consigo entrar por una nariz. ¿Mi control de pagos? Aquí está...sí, sí...yo soy el de la foto no tienes que revisarlo tanto. La carrera ha terminado, por lo menos hoy.

Extrañaré a la combi amiga que me llevaba por china a mi centro de estudios desde paseo Parodi, ese anhelo se ha vuelto incierto y el taxi colectivo la mejor arma contra las implacables agujas del reloj. Ojalá vuelva a encontrarme alguna vez con la chica de décimo y su implecable sastre....Hasta otro post.


Por navidad, una muestra de que el cariño y el amor también se viven en la combi. Un abrazo y saludos a la abuelita de Rambo.

Cuando viajas en un clásico

El fútbol mueve multitudes. Es, ha sido y será siempre así por los siglos de los siglos amén. Este nuevo post se inicia a las 3 de la tarde, con el sol en lo alto y el tao tao a todo a todo volumen. Se respira fútbol y eso es indiscutible. La combi no es ajena a la fiebre. Hoy no es un día cualquiera,"hoy hay clásico, carajo", me dice un hincha, calculo yo, de la edad de cristo. Su hijo y su nuera viajan adelante con igual número de Brahmas en la mano.

El clima de fiesta se vive a lo largo y ancho de esa inmensa caja metálica que va sobre cuatro ruedas por toda la Javier Prado. "¿Mi vieja no quizo venir?" pregunta escéptico el joven con el polo crema. "Esa que va querer, esa no quiere nada", responde su afectuoso marido. Inmediatamente nos alcanza otro bus semejante lleno de barristas del Alianza, quienes no pasan por alto las indumentarias merengues con las que viajan algunos transeúntes del bus vecino y no dudan en hacerles recordar la belleza y fisonomía de sus progenitoras.

El efusivo barrista sentado a mi lado deja su asiento y su quinta Brahma para pegarse a la ventana con una suerte de baile festivo, provocador y cachoso. El bus grone se queda atrás y todo vuelve a la calma. Tras unos segundos de aburrida paz, los buses vuelven a encontrarse y el alboroto regresa. La escena se repite una y otra vez mientras que yo, más divertido que nunca comienzo a imaginar lo que pasará cuando pasemos por el estadio. La respuesta a mi pregunta no tarda en llegar.

El bus frena con fuerza para que una turba de párvulos algo menores que yo atraviesen la calle con bocinas y bombos. Algunos no poseen ni polos ni instrumentos para hacer bulla, así que siempre puede servir como tambor el vehículo en que viajamos. Luego de terminar más manoseado y palmeteado que una vedette, el bus retoma su marcha en un tramo del camino en que no hay luz roja o verde que valga. La guerra está declarada, nos acercamos a la zona cero.

Nuestro efusivo hincha y su familia han dejado su brío inicial, saben que nuestros amigos de afuera podrían entrar para sacarlos como a pollos, matarlos y luego pelarlos, si bien no de plumas, de celulares, billeteras y cuanto implemento pueda comercializarse en la cachina.

En la gris calle, los policías lucen preocupados, saben que ellos son pocos y los hinchas muchos. Pero a la policía se la respeta, al menos hasta que no aparezcan las gallinas hijas de mala madre, los monos mal nacidos y otras perlitas que escuchamos mientras continúa nuestro viaje. No se habla de otra cosa. Un poco más atrás, un muchachito del ayer joven aún lee su “Ajá” con la respectiva calata en la portada mientras comparte con otro sabio de grises cabellos remembranzas de un tiempo pasado que fue mejor:

“Esos eran jugadores: Lolo, Puma, no los borrachosos, los ‘retrosensuales’, los maricas, todos esos que avergüenzan al fútbol, así no se festeja un gol, bailecitos, piquitos a dónde vamos a ir a parar, seguro vamos a ver de nuevo monos corriendo detrás de una pelota”, no puedo evitar reírme, en el fondo tiene toda la razón.


Intento abstraerme poniéndome los audífonos de mi mp3 subiendo el volumen, la sinfonía cumbiambera me ha llevado al hartazgo y luego de recibir la respectiva actualización de la agenda de presentaciones de los Hermanos Yaipén, decido olvidarme de todo a mi alrededor. Mi ensimismamiento dura tan sólo segundos, el bus aliancista ha vuelto a la carga esta vez pegado a mi ventana. Un muchacho de color serio comienza a golpear el vidrio dispuesto a reventarlo: ha comenzado el dichoso estribillo “¡Llora, llora, cagón!”.

Mi compañero de sitio salta hacia el pasillo para tomar más vuelo y alzar las manos en un ritual de agresión que viene de los tiempos de matusalén. El efusivo crema vuelve a recordar su juventud alzando las manos hacia el cielo y recordando a su agresor el exceso de melanina en su piel: “¡Negro de mierda!”

Siempre pensé que joder a un negro de negro es no sólo absurdo, sino también injusto, generalmente como todas las jodas que toman por base algo que no puedes cambiar de ti: cojo, retardado, pelado, vieja, infiel y otras irremediables condiciones de la patología humana. El sentido de toda agresión cachosa es recordarte algo que no anda bien en ti y que deberías cambiar porque tes es posible hacerlo. Pero no filosofemos, ¿en qué estaba?, ¡Ah!, sí, fútbol.

El chofer le pide al bailarín que se siente, pobre infeliz que no sabe de la emoción de vibrar en el preámbulo del combate de la escuadra de tus amores, condición que el danzante le recuerda con sutiles palabras alusivas a su condición económica y, otra vez, a su raza. Doblamos hacia Encalada y la guerra ha terminado, sin embargo la cerveza no. Al cabo de un buen rato, el fanático merengue se percata de mi presencia y me pregunta por el equipo de mi predilección, el cual compartimos. Ello le produce una notoria felicidad y me ofrece una cerveza helada a la que no me niego a aceptar.

Las regalías no terminan porque el cobrador parece haber escuchado mi respuesta. Hora de bajar, no me cobra, “La U es la U” me dice tambaleándose por el bamboleo del vehículo, guardo mi billetera sin evitar sonreír. Sé que no iré al estadio, pero la emoción de un clásico se vive dentro y fuera. Al transeúnte que no le guste, que pague su pasaje, que se quede sin chupar y que llore, llore, cagón.

De vuelta al paradero

Tras poco más de un mes de ausencia 'blogeril' y lejos de una vida poco reposada con escasas horas de sueño, pop corn quemado, medios pasajes criminales y carnets inexistentes, he decidido retomar este blog celebrando que mañana (o al menos eso espero) volveré a ser un universitario promedio cuando recupere el carné que me acredita como tal.

Me parece mentira: volveré a recibir las miradas de desgano de los cobradores, las miradas heroicas de las señoras que me ven como el futuro de mi jodido país y diré nuevamente con déspota placer y pueril arrogancia: 'jojolete, lero lero, candelero, universitario, medio, baja en Negocios'..

Todo huachafón todo psicodélico, pero carné al fin y al cabo. Extrañaba mucho los comentarios y las extravagantes encuestas que dejé de elaborar. Nunca dejé de viajar en combi y muchas vivencias se quedaron sin publicar y es precisamente lo que pretendo retomar. Que chévere, me salió en verso...

En fin, debo aclarar que éste no es un post, repito, no es un post, sólo la introducción y el primer latido del corazón de ese blog que se renueva con videos y muchas más cosas que se irán añadiendo en la medida que el tiempo me lo permita.

Qué mejor manera de iniciar esta nueva presea con la única cadena (o "foward", como diría una amiga pituca) que me he atrevido a enviar a mis amigos desde las protestas contra el asesinato de foquitas polares, la tauromaquia, los videos de PETA, el consumo de fetos en japón, la recolección de firmas para asesinar a Pablito de los Backyardigans o para expulsar a Chávez del gobierno, los cuyes de criogenia y los gatitos criados en cubos acrílicos usados luego como sillón.

Esta es una cadena que defiende los derechos de los universitarios como yo y es una iniciativa digna de aplaudir, pero más que nada, digna de clicks y de reenvios compulsivos. Hay que saber decir no al abuso, a la cutra, al arroz con leche sin canelita encima, al emoliente sin yapa y otros privilegios que dan sentido a nuestra vida: ha llegado la hora de luchar porque el medio pasaje vuelva a ser esa dignísima mujer afrancesada del siglo XVIII y deje de ser la meretriz a la que todo cliente mete mano siendo víctima del caficho cobrador que eleva su costo a cifras no sólo indignantes, sino también, valga el término: "criminales", así me expreso y no es para menos.

No se aprovechen de nuestra prisa, no se aprovechen de nuestra nobleza, nosotros sí tomamos combis y nos negamos a pagar cuando pretenden pasarse de listos, nosotros no somos borreguitos en casacas de cuero, sacos con jeanes o pitillos emo, somos universitarios pensantes que se han cansado del maltrato y la injusticia que viene por las mañanas a chasquearnos en la cara sus cochinas monedas.

No los aburro más con alegorías propias del discurso final de Marimar antes de casarse y salir de pobre, aquí los dejo con la cadena para que la difundan a sus amigos si es que aún no la han recibido en sus mails, pienso que tiene mucho de cierto y de útil si conocemos nuestros derechos y pretendemos hacerlos respetar: Dejen de ver el Hi5 y el Cholotube un ratito. Usen sus dedos ávidos de clicks para algo que sí nos beneficiará a todos.

Algo más...la cadena es copiada y pegada tal como la recibí. Cual Canal 2 con Enemigos Íntimos, no me responsabilizo de las imperfecciones del contenido ni del carácter insurreccional del mismo.

¡¡¡IMPORTANTE!!!

Sobre el Pasaje Universitario en las Combis y otros demonios

TODOS los que nos hemos subido a una combi hemos sentido el maltrato de los transportistas? ¿Quién no?, verdad? Como el de meter a más personas en una combi de las que podríamos imaginar, o como gritar “Apéguense! Apéguense!…” cuando ya no hay más espacio… Y además dicen “Ya pe Srta…. Colabore… O llamar gente gritando “Hay asiento!!! Carro vació, hay asiento!” Claro, efectivamente hay asientos y varios, pero están ocupados…

Pues entre MUCHOS de los maltratos que recibimos está el no respetar nuestro pasaje universitario! OJO, según la ley (Ley 26271 Art. 3) “El precio del pasaje universitario, en el ámbito urbano o en el interurbano no podrá exceder de 50% del precio del pasaje adulto.”. Así que como universitarios que conocemos de nuestros derechos debemos PAGAR SÓLO S/.0.50 ó a lo max 0.60 (Dependiendo del consto del pasaje Adulto). Así que para reclamar este derecho, un grupo de amigos de distintas universidades estamos planeando que a partir del lunes 02/10/06 TODOS unidos NO PAGAREMOS MÁS…

Pero para esto necesitamos unirnos xq un grupo de gente puede hacer “algo” pero TODOS unidos podemos hacer más… Y si te preguntas xq recién el 02/10, pues xq aún hay gente que no tiene su nuevo carne y además que este mail debe llegar a TODOS, y esto toma unos días. Para los UNIVERSITARIOS y Estudiantes de Distintos Institutos:La idea es esta, ese lunes TODOS nosotros tendremos nuestro sencillo listo en el bolsillo (sepárelo desde antes, no esperes ultimo momento), para pagar SÓLO lo que corresponde (Xq recuerden que en las combis puede “decir” univ. S/.1.00 pero sólo debemos pagar la mitad de lo que paga el adulto)

Obviamente el cobrados (muy amablemente, claro) reclamará, y TODOS hemos acordado responder “Ese es el medio” Y sabemos que insistirá (muy amablemente, por su puesto) pero nos cerraremos en eso, el cobrados podrá decir bájate u otra cosas, pero debemos recordarle que esto es un transporte PÚBLICO y no nos bajaremos! Otro “argumento” que usaran será que allí dice (en su tarifario) que el universitario es S/.1.00, Pero cabe recordar que ese tarifario no es el que se usa, es decir, a nadie le cobran S/.1.60 ó S/.2.00 que ahí dice, así que no nos va a aplicar tarifas que a nadie más le aplica. ¿¿¿Y si insiste???, le preguntas,

CUANTO cuesta el pasaje hasta… (donde vayas ps!) diga lo que te diga, no será más de S/.1.40 y le explicas que el medio de ese monto es…. (Lo que le estas dando) y si por algún motivo dijese que cobra S/.2.00 pues no le creas, salvo que TU sepas que eso es cierto, pero no es usual ps! La “explicación” no será fácil, pero ENTRE TODOS LO LOGRAREMOS.

Lo importante es hacerles saber que CONOCEMOS NUESTRO DERECHO Y LO DEFENDEREMOS, no les pagues de más, no te bajes de la combi, y sobretodo no le faltes el respeto, xq ganas dan, pero no te rebajes… La gente te apoyará!!! Si no eres estudiante:Si no usas el pasaje medio y ves que alguien lo esta exigiendo te agradecería que lo ayudes, tal vez no parándote, pero si ALZANDO TU VOZ DE APOYO, respaldando al joven xq para esto necesitamos estar unidos, y demostrar a los transportistas que los que mandan son los consumidores… O no recuerdan que cuando ellos hacen una huelga nos afecta a todos, pues nuestra protestas es sólo para reclamar un derecho que tal vez luego les sirva a sus hijos, sobrinos o amigos! Para TODOS:Envía este correo, pasa la voz y únete y COMPROMÉTETE a esta lucha, xq es justa… No pagues más… Recuerda es el lunes 2 de Oct, no esperes que otro inicie.

Da el primer paso y te seguirán! Si eres el único universitario en la combi, hazte respetar, y la gente te apoyará!Si tu no luchas por tus derechos QUIEN lo hará???

Chau Chinita


Han culminado unas fiestas patrias pintorescas y congestionadas. Llenas de Leysi (Town para los chicos y Suárez para lo grandes), llenas de berrinches de un Ántero Flores Araos en autobombo como ministro de defensa (no escribo el cargo con mayúscula porque no siento, al menos por ahora que “Gato Gordo” haga honores al hábito), llenos de Eva Ayllón y su Pisco en cerámica (que ya tuve la suerte de disfrutar y se los recomiendo con sinceridad) y llenos de tarifarios de combi que se dispararon “por feriao, varón, por feriao”.

Un hilarante centésimo octogésimo séptimo aniversario cuyos recovecos describe a rajatabla y con un punsocortante verbo mi amigo y hermano Jaime Choquehuanca (
http://jaimecgamarra.blogspot.com/). Un intro muy político y solemne sobremanera para el tercer post de este joven blog, pero vayamos a lo nuestro, hoy hablaremos de un momento trascendental en la historia de la combi: EL DÍA QUE MURIÓ LA CHINA.

Atrás quedaron los hermosos tiempos en que podías comprar tu galleta Pícaras con una moneda de sol y recibir un justo 50% como vuelto, el cual te alcanzaría para transportarte a tu colegio, centro de estudios, insituto, penal en el que purgas condena o cuanta parada cercana fuera de tu necesidad. Hoy en día un sol no te alcanza para ninguna de las dos cosas. No importa en donde lo intentes, recibirás unos incipientes centavos de vuelto con una expresión de resignación “porque todo ha subido varón, el pasaje también”.

Recuerdo una memorable ocasión un viernes en que salí de mi trabajo en KFC (Una oscura parte de mi vida que intento olvidar sin éxito hasta el momento) y sin darme cuenta no calculé mi presupuesto en el momento de llamar a mi enamorada para confirmar nuestra salida por nuestros cuatro meses de aniversario.

Era inevitable y buscar dentro de mi billetera con más insistencia no cambiaría las cosas, no tenía más que 30 centavos y estaba varado en la esquina de la Av. La Marina con Universitaria a las 2:30 A.M.

Veía con una anticipada desilusión a las combis que se estacionaban frente al Mc Donalds de Plaza San Miguel, en donde aquella noche un trío de amigos incondicionales, cariñosos y beodos se abrazaban entre sí con el gusto de compartir otro fin de semana juntos brindando con Zenda al mejor estilo de los maestros Polo Campos y Avilés en el preámbulo de un caótico fin de semana en el que el hígado saturado de alcohol etílico sería el único descontento.

Un poco más allá, una pintoresca señorita con facciones masculinas torpemente disimuladas camina de un lado a otro ansiando ser recogido por un taxi, pero sabe que no engaña a nadie, no tiene para el taxi y la combi sería su Mercedes en esa noche de tenue llovizna. Repito con justicia que no engaña a nadie, todos los transeúntes del paradero sabemos que no es mujer y sólo un vendedor de caramelos de seis años se lo hace saber con la crueldad propia de esa inocente edad: ¡Trabuco!, ¡Trabuco!, ¡Pato!, ¡Rosquete!

Muy en el fondo era otra mi preocupación, sabía que no tenía el suficiente dinero para poder llegar a mi destino unas diez cuadras más abajo. Cincuenta centavos era el mínimo necesario y yo sólo disponía de 30. Los cobradores continuaban saltando y bailando alrededor de cada persona que por allí transitaba.

Es curioso la peculiar forma en que estos anfitriones te invitan a subir: bailan frente a ti y saltan con los brazos extendidos interrumpiendo tu paso por algunos momentos hasta que el hartazgo te haga subir o impacientarte por desviar hacia la pista. La expresión desolada con la que te miran si subes al micro que está más lleno cuando el suyo está vacío me resultaba graciosa. Esta noche no, esta noche tal vez su baile sería en vano: treinta hasta Universitaria, varón.

Desperté de mi instantánea alucinación, sabía que treinta hasta Universitaria haría que el cobrador detuviera su frenética danza y me dijera alguna frase que sugiera una posible locura o esquizofrenia en mí, sino es que se riera en mi cara y cerrara la puerta para arrancar a toda velocidad.

Era hacer la intentona o tener que caminar toda la ciclovía de la Avenida Universitaria pelándome de frío y con ganas de envolverme en mis sábanas para acudir a clases al día siguiente. En fin, ahora o nunca, treinta hasta Universitaria, sí claro, ni yo me la creía.

Caminé rápidamente hasta las múltiples ofertas estacionadas en la pista. El primer cobrador empezó su danza que cesó intempestivamente en cuanto pronuncié el número de mi petición: 30 hasta (su rostro cambió a desconcierto) Universitaria (la risa burlona se dibujó) acá abajo nomás (ahora si estaba por mandarme a freír camote).

Unos segundos de silencio y me hizo saber que mi dolencia mental me llevaba a realizar una petición a la que no accedería ni en caso de presentársele algún problema gastrointestinal. ¿Tas loco cuñao? ¿Treinta? Ni cagando. Cerró la puerta y despegó lleno.

Yo me preguntaba en medio de mi mala suerte ¿Quién no se ha quedado sin pasaje camino a alguna parte como a casa? Iría por mi segundo intento esperando resultados similares. La escena se repitió unas cuatro veces hasta que sólo quedó una combi, frente a la cual pronuncié algo que no había dicho hasta el momento: NO TENGO MÁS, BROTHER. SÓLO QUIERO IRME A CASA.

El cobrador miró hacia ambos lados de la calle, los asientos no estaban tan llenos como un concierto de reggaeton ni tan vacíos como una misa de confirmación así que, comprendiendo mi impase, me permitió subir y me pidió que “avance al fondo” para justificar la insuficiencia del pago realizado.

No me puse a reflexionar si debía avanzar atrás, adelante o al techo, subí e hice silencio agradeciendo la comprensión de aquel muchacho poco mayor que yo dueño de un mismo frío y pesar. La gente comenzó a subir hasta llenar el pequeño latón. Los pasajeros se impacientaban frente al afán del cobrador por llenar su vehículo hasta el tope antes de despegar. Yo no iba a quejarme de nada, con qué cara.

Me bajé cerca de casa y agradecí ese aventón casi gratuito. De nada brother. No esperaba una respuesta pero la obtuve. Hoy por hoy la reacción de desconcierto y risa no es frente a diez, ni veinte, ni treinta, ni cuarenta centavos, ahora pagar cincuenta es un crimen. Admitámoslo, murió la china.

Salvo rarísimas ocasiones puede uno pagar cincuenta centavos para llegar a su destino. Son mayores mis precauciones por no quedarme sin pasaje en el momento en que salgo de casa, no sea que me vuelva a ocurrir y entonces haga un total ridículo al creer que alguien me llevará media cuadra por menos de cincuenta.

Los escolares son los que por ley efectúan este pago mínimo, yo pienso que hasta debería llevárseles por menos, pero en fin. Es esta condición de pagar “china” la que los lleva al último lugar del ranking de los pasajeros más gratos para las combis, microbuses o buses y en los peores enemigos del cobrador. (Hablaremos de eso un próximo post).

Pero es gracioso como ahora hasta el medio pasaje ya no es tal sino “tres cuartos de pasaje” o “90% de pasaje” y no es que vuelva la época oscura de Alan García y el rap de las dos torres de los Nosequién y los Nosecuantos, es sólo que digámoslo como es: NOS PONEN LA TARIFA QUE QUIEREN. Al no haber nadie que se queje, no habrá problema con incrementar el costo, ¿y la china? Muerta y enterrada, inexistente, finito, cero, kapoom.

Claro, nunca faltarán aquellos que paguen su china o la cifra correspondiente y se nieguen a bajar o les valga un pito la expresión disconforme y la mala gana del cobrador que cada día se siente mal pagado con más frecuencia. Este es el caso de su servidor y otros muchos miles de transeúntes que no nos dejamos pisar el poncho y somos mal vistos por nuestros dulces anfitriones que te chasquean las monedas en la cara para indicarte que ya es tiempo de pagar, cada vez más pronto, cada vez más fuerte. Acabo de subir, todavía no me bajo.

Habemos quienes aún nos aferramos a pagar lo justo y que no concebimos como racional el hecho de pagar un sol como medio pasaje, 4 soles con cincuenta para ir a vacacionar a Chosica, Un sol cincuenta de Benavides a la Marina, 2 soles de Universitaria a la Universidad de Lima, Un sol de Universitaria hasta Plaza San Miguel. Las Pícaras cuestan 50 y no 60 ni 70, carajo.

En fin, mientras termino las líneas finales de este post con un café caliente y una vasija con pop corn, me dispongo a apagar la computadora para ver el DVD del Planeta de los Simios que me prestó mi tío, que dicho sea de paso tiene un blog muy bueno que les recomiendo (
http://ricardorondon.blogs.peru.com/), no tengo el hígado inflamado pero sí reconozco que me indigna sobremanera ese tarifario abusivo en el que se escudan las empresas de transporte (no los cobradores, porque ellos sólo hacen su digno trabajo) para elevar sus precios a niveles propios de un libre albedrío como si no hubieran leyes en el país del cuy, del pisco, de la chicha y de la imitadora de Tula.

Espero, queridos lectores, hagan valer sus derechos como transeúntes y no permitan que se les cobre más de lo justo, sino, siempre podemos pedir que se nos devuelva el dinero, eso es algo que el cobrador no podrá perdonarse y lo conducirá a una terrible resignación con lo que consideremos (y sea) justo pagar, eso o bajarnos sin darle un céntimo pese a las cuadras ya recorridas. Él (o ella) elige, nosotros llevamos las de ganar. Esquina baja. Ya te pagué.

Entre vivos y Plebeyos

Mientras me encuentro en la crisis de inspiración como antesala de un tercer y más afilado post, les dejo este excelente cortometraje que bien podría resumir muchas de las ideas que comparto y compartiré con ustedes en "Medio Pasaje", el corto se llama "Entre vivos y plebeyos" y viene cosechando éxitos dentro y fuera de nuestra Lima la Gris, espero lo disfruten tanto como yo.

Copien y peguen esto en su navegador: http://milanta.blogsome.com/2007/10/16/video-entre-vivos-y-plebeyos/ Sé que no es Cholotube pero igual se divertirán. Baja paradero. Hasta el próximo post.

Felíz 28, 50% + el pasaje caballero

Esta pequeña entrada es sólo para agradecer sus comments y la molestia tomada para leer este pequeño espacio que es su espacio, este prurito blogger seguirá hasta el próximo paradero. Perdonen si la música de fondo los aturde pero les confieso que Manu Chao es el alma del blog y lo seguirá siendo mientras exista, su música obnubilante es la insipiración para cada post. Gracias nuevamente, unas felices fiestas patrias y espero no les reviente la subida del pasaje. Tranquilos todos, que no cunda el pánico, el 30 vuelve todo a lo que parecer normal.

Súbele sólo por joder


Hoy me he levantado tarde. No es la mejor forma de comenzar el post pero fue lo primero en lo que pensé ya que tuve que salir corriendo y en medio de mi desesperación por llegar al inglés se suscitó la nueva combivencia (el bendito Word sigue cambiándome la palabra a “convivencia” por enésima vez) que compartiré con ustedes esta vez.

Antes que nada, quisiera que piensen un momento en la asfixiante e imparable ola que ha azotado nuestra capital, o mejor dicho nuestro país entero para sumergirnos en una inundación en la que todos nos hemos ahogado en algún momento: La cumbia.

Lo sé. Mi blog no es un blog de cumbia, pero han de saber que este híbrido del huayno peruano, el vallenato colombiano y la huaracha cubana se ha apoderado de toda unidad de transporte público y digo de toda sin excepción. Es por eso que hoy, analizaremos este acuerdo universal para tocar cumbia en todas las combis habidas y por haber.

Entiéndase que, si nos ponemos a analizar, cada parte de nuestra vida está marcada por una emisora radial:

- De 8 a aproximadamente 16 años la chiquititud entrega sus oídos al desenfreno del rompejaula, la jauría, la hora perruna o cuanto bacanal romano radial saque radio Moda o semejantes.
- De 16 hasta los 22 nos quedamos con estudio 92 y sus interminables spots de la universidad a la que tienes que entrar.
- Más adelante cumplimos 30 y nuestros oídos son invadidos por RPP noticias y la información siempre primero, minuto a minuto y los chistosos ponen la cuota alegre a nuestras vidas matrimoniales si estas ya empezaron.
- A los 40 y 50 nos vuelve la nostalgia y nos teñimos las canas de negro mientras sacudimos las cabezas al ritmo de stereo 100. Somos jóvenes aún, el mundo es nuestro, sí claro.
- Pronto los años se van volando y nuestra ancianidad se mese rítmicamente al son de Radio Felicidad y la hora del lonchecito desde los 70 hasta el momento de nuestra muerte (después sólo Dios sabe).

Ojo que este es un descabellado y subjetivo análisis de este humilde blogger que bien podría desdecirse con toneladas de excepciones a la regla. Sobre todo si tienen la suerte, como yo la tuve, de ver alguna abuelita cantando Wisin y Yandel en el asiento reservado por ley.

En teoría, si usted, estimado lector, es contemporáneo con este servidor, cuando llegue a la etapa de Radio Felicidad, otras serán las canciones del ayer y tal vez la inolvidable música del recuerdo sea pera entonces el chuculún, rompe la molleja, machucando, destrózale el buche, pégala, azótala y (si aún queda con vida) sácala a bailar.

Es entonces cuando usted y yo nos preguntamos qué demonios bailarán nuestras hijas. Se me hace un nudo en la garganta al imaginármelo, aunque no seré más papista que el papa, pues es innegable que todos hemos cedido alguna vez a bailar alguno de esos temas cuya letra te sugiere que tu enamorada, pareja, amiga o hermana podría ser tranquilamente un porfiado antes que una mujer.

Ya me he dilatado demasiado en divagar acerca del tema musical, vamos a lo nuestro. He salido tan tarde que sé que deberé presentar alguna excusa deprimente a mi profesora de inglés. Espero poder convencerla esta vez de que tuve que quedarme a cuidar a alguno de mis siete inexistentes hermanitos cuya fragilidad es la causa de todas mis tardazas y todos mis quebrantos.

Me sumerjo nuevamente en otra muchedumbre apretujada de ilustres desconocidos aferrados a sus maletas con rostro preocupado. Parece que todos fueran a perderse de algo. Pero el sueño puede más algunas veces y no faltan quienes se entregan a los brazos de Morfeo con la cabeza pegada a la ventana y la boca abierta hacia el infinito.

Todo este marco de depresión previa al ajetreo del día se ve amenizado por el pintoresco y exquisito gusto musical del señor chofer. Hasta las seis de la mañana me vacilo, hasta las seis de la mañana me amanezco. El carro dobla la esquina de Universitaria con Bolívar a gran velocidad, la cabeza somnolienta de una estudiante de chef (su indumentaria así me lo indica) es impulsada a la derecha para estrellarse con fuerza contra la ventana mientras el vehículo se estabiliza. Vayan preparando el sancochado o prepárenme un “levantamuerto”.

¡Maneja bonito imbécil! Todos voltean a verla como si la muchacha hubiera proferido alguna blasfemia. Hipócritas. Estoy más que seguro de que todos los presentes habíamos pensado en decir lo mismo, sólo que ella fue más honesta y concretizó el sentimiento del pueblo. El chofer no oye, es de palo y tiene orejas de pescado. Sigo bebiendo no estoy borracho, el baile me pone a mí contento.

Algunos pasajeros se bajan rápidamente y el pasillo ha quedado vacío. En ese momento de incómodo silencio, hace su aparición un artista urbano de baja estatura. Un juglar de la calle dispuesto a ofrecernos su más variado repertorio valiéndose únicamente de su pequeño güiro (un peine y una cajita, no vayan a pensar que subió a fumarse un troncho en frente de todos nosotros). A este y otros personajes les dedicaré un post entero en el futuro.

Luego de lanzar su discurso de presentación (que será objeto de otro post), comienza a interpretarnos su versión del clásico de Lorenzo Palacios Quispe “Chacalón”: Muchacho provinciano. Y aunque el chico comenzó con el coro y prosiguió en una repetición incansable de la primera estrofa, he de reconocer que no lo hizo mal. Opinión que no compartía el chofer, a quien le valió un carajo y subió el volumen a toda potencia. Pensé en encontrar una forma más política de describir tan inhumana descortesía, pero mi indignación pudo más.

Era como escuchar un remix algo atrofiado de dos temas no contemporáneos.

“Soy muchacho provinciano, hasta las seis de la mañana me vacilo, me levanto muy temprano, hasta las seis de la mañana me amanezco. Para ir con mis hermanos, sigo bebiendo no estoy borracho, ayayay a trabajar, el baile me pone a mí contento.
No tengo padre ni madre, yo no le rindo cuentas a nadie, ni perro que a mí me ladre, nadie está pendiente a mi regreso. Sólo tengo la esperanza, no soy como esos sacolargos, ayayay de progresar.”


El pequeño de 6 ó 7 años le lanza una mirada asesina al chofer, como si quisiera arrancar la botita de bebé que pende del espejo retrovisor para ahorcar con el diminuto pasador al infeliz que acaba de quemarle el show. Termina su canción con todas sus fuerzas para poder ganarse algunos centavos, el infante ha subido preparado y, cambiando su estrategia, anuncia que va recitarnos una poesía de nuestro ilustre César Vallejo. Pero Nueva Q puede más y ya comienza a lanzar la culebrítica.

El pueril poeta lanza su verso afiebrado con histriónicos gestos, pero al chofer que chucha, “La violencia de las horas” es un poema que no ha escuchado y parece no querer escuchar jamás.

“Todos han muerto.Murió doña Antonia, la ronca, za za za moviendo el cuerpito za za za
que hacía pan barato en el burgo moviendo el culito za za za.

Murió el cura Santiago como si fuera una culebrítica,
a quien placía le saludasen por una baríticalos jóvenes y las mozas moviendo el cuerpito zazaza,
respondiéndoles a todos moviendo el culito za za za,
indistintamente:"¡Buenos días, José! ¡Buenos días, María! ¡Yo tengo una culebrítica!

Murió aquella joven rubia como si fuera una culebrítica,
Carlota, dejando un hijito de meses moviendo el culito za za za
que luego también murió y mueve tu cuerpo, mueve tu cuerpo,
a los ocho días de la madre que va por una barítica. "

El muchacho apresuró su verso y elevó su voz tratando de ser oído por encima del pegajoso ritmo que embelesaba al respetable como ratones encantados por la flauta del encantador de serpientes, o bueno…de culebríticas.

“Murió mi eternidad y estoy velándola moviendo el culito za, za, za”.

No dudo en que si el poeta de Santiago de Chuco reviviera de algún modo, acribillaría al chofer con una AKM, le mentaría la madre (poéticamente) y lo dejaría morir en Cerro San Cosme con un huayco antes de morir en París con aguacero.

El pequeño se da por vencido y, tras un inaudible discurso, comienza a recolectar dinero en su latita. Debería decir que para pica del malvado ogro chofer, todos nos conmovimos y desembolsamos una pequeña contribución para el joven valuarte opacado por el ritmo del ofidio que va por una barítica. Pero no.

No voy a mentirles con un final inesperado y feliz. Sólo yo y dos personas más nos animamos a recompensar su esfuerzo. Pero no vayan a pensar que soy la Madre Teresa de Calcuta, pues sólo le di 20 centavos que me agradeció con su indiferencia. Parecería que está acostumbrado a los no, pero también ha perdido su entusiasmo por los sí. Ya que importa, espero que no la comisión ganada no le sea arrebatada por su papá al final del día.

El cobrador no duda (asumo que para permitir que otro artista haga su ingreso en algún otro momento) en apresurar amablemente al intérprete a que deje el escenario para dar paso al siguiente número: ¡Ya baja, baja, chibolo!

Estoy próximo a mi paradero final y sé que a mi regreso subiré a otra combi y también pondrán cumbia. Y así en todas las combis a las que me suba por un tiempo indefinido.

Seguiré sorprendiendo a algunas personas de elegante vestir desprendiéndose de los audífonos con el globito de Sony Ericsson para permitir que sus oídos caigan en el hechizo del arbolito, la tigresa del oriente, el “arranca nomás cholito”, la culebrítica y otras perlas que bombardean nuestros oídos en cuanto cruzamos el umbral de la puerta corrediza proclive a cercenarnos algún brazo.

Este fenómeno tiene para rato y aunque, este joven estudiante no tiene absolutamente nada en contra del género cumbiabero o vernacular (yo también he levantado la mano cuando me lo pedía la canción), la saturación de este culto sin motor o motivo se ha apoderado de toda combi a niveles que sobrepasan la sacrosanta protección de los audífonos de cualquier mp3 y no queda más remedio que ir a llorar a otra parte.

Han terminado mis clases y me dirijo a casa, estiro mi mano y el bus disminuye su velocidad. A lo mejor tengo suerte y el vehículo se detiene en el lugar en el que estoy esperando para no tener que correr para alcanzarlo (véase post anterior).

El lejano sonido musical se hace más claro conforme el gigante de cuerpo verde y techo azul se acerca hacia mí. Respiro profundo ante lo inevitable y subo en busca de asiento mientras soy recibido por otro niño cantor intentando elevar su voz sobre la voz chillona de un individuo despechado que repite sin cesar: Ojalá que te mueras. Cincuenta hasta Universitaria, antes de San Marcos nomás.

Una dura lección de Geometría Espacial

Son las ocho con veinte de la mañana y hace un frío del demonio, aunque supongo que no podría decir que hace un frío del demonio, porque éste vive en el infierno y el infierno es caliente, o al menos eso nos decía el cura del colegio. Pensé en iniciar este blog al mejor estilo de las letritas chiquitas que aparecen al inicio de cada capítulo de los expedientes secretos X: Av. Universitaria / Cdra. 15 / 8 A.M. / Paradero de la Católica.

Pero es curioso como cada día es como un episodio de los Expedientes X con todos sus marcianos, sus oscuras fuerzas del mal y con gente que corre de un lado a otro con sacotes negros y lentes oscuros para parecer importante. Supongo que si cada día de nuestra existencia fuera un episodio de esa serie, al final de nuestras vidas tendríamos toneladas y toneladas de discos de DVD polvorientos y hongueados, unos más oscuros que otros y algunos con virus, cayéndose del estante pues son demasiados y es entonces cuando la memoria comienza a olvidar.

Me encontraba desvariando en medio de esas nimiedades cuando divisé las franjas azules con blancas y el chillón número 18 que me llevarían a mi centro de idiomas.
Son vacaciones para mí, pero no parece serlo para la manada de trabajadores cuyas extremidades se agitan por fuera de las ventanas de la Couster que intento detener. No puedo evitar una expresión de fatiga, pues aunque haya levantado la mano con anticipación, el chofer detiene su vehículo a 5 ó 6 metros de donde me encuentro parado.

Inmediatamente, un Indiana Jones de camisa grasienta y cuatro dientes me pide a gritos que me apure, como si la gigantesca bola de piedra viniera tras nosotros para aplastarnos. Será que ya estoy acostumbrado, porque le sigo el juego y corro como si el mundo se fuera a acabar. Una vez dentro, noto como inmediatamente la atmósfera se hace más pesada, irrespirable.

Como un mundito aparte me sumerjo en la muchedumbre y el poco carismático Indiana me hace una petición con sintaxis imposible: “hermanito, avanza atrás.” Supongo que jamás se habrá puesto a pensar que no hay nada más contradictorio que avanzar atrás. Me hago el loco pues sé que bajaré a algunas cuadras y es realmente tedioso el ir hasta el oscuro fondo del vehículo para volver desde las tinieblas hacia la puerta con la respiración entrecortada en un esfuerzo descomunal sólo comparable al de un ratón deslizándose suavemente por el esófago de una serpiente cascabel.

Mi intento por pasar desapercibido se frustra con una nueva petición igualmente absurda: “avanza al fondo varón”. En un intento de concesión, doy medio paso hacia mi izquierda y mi anfitrión se olvida del asunto. Mientras Indiana continúa promocionando su servicio con las últimas letras de las avenidas que comprenden su ruta ('taria, 'susmaría, 'requipa, 'rranco, 'rillos) noto como una escolar impaciente mira desesperada su reloj, tal vez porque piensa que el hecho de verlo hará más lento el paso del tiempo.

Curiosamente, el tiempo no parece ser mayor preocupación para su condiscípulo uniformado con los mismos colores, quien en humanitaria labor procura la comodidad de una madre de familia y sacrifica su espacio personal apretujándose más contra las espaldas de su compañera. Cuanto civismo en nuestra niñez.

De repente se da el típico choteo que enfurece tanto a los cobradores. Una respetable dama de antaño detiene la combi y se desanima tras echar una ojeada al interior del vehículo, total, ya vendrá otro. Cual quinceañera que coge una prenda en Saga y cambia de opinión con mirada de desagrado, retrocede y baja de la escalerilla sin poder ser más explícita: “Ya no hijito, ya no.”

Este tipo de desplantes siempre enfurecen al cobrador, una irreparable pérdida económica en la que el único culpable somos nosotros: los imprudentes, tacaños, desconsiderados, desordenados, egoístas e infelices que no nos da la gana de apretarnos cual sardinas en el fondo del vehículo hasta el punto de perder toda oxigenación y hacer caras chistosas con el rostro pegado a la venta trasera.

Nuestro chimuelo anfitrión, cuyo rostro maltratado por los años nos grita despiadadamente la carencia de agua y jabón en algunos sectores de nuestra ciudad, voltea la mirada hacia nosotros y cambia su trato inhumano por uno más inhumano.
He de suponer su militancia en alguna comunidad religiosa pues nos pide el mayor acto de fraternidad y calor humano: ´Apéguense al fondo, carajo´.

Nuestra reacción no se hace esperar. Más de uno comienza vociferar para hacerle entender que el vehículo está lleno y que tendrá que privar del maravilloso placer del viaje a los próximos transeúntes que pretendan subir. Ya pagué mi china y me gané el derecho, así que el hambre de justicia social (o simplemente mis ganas de hacer chacota un viernes por la mañana) aflora en mi sangre como si se tratase de los bríos rebeldes de nuestro José Gabriel Condorcanqui: ‘¿Dónde vas a meter más gente?, oe.’

El poco amable administrador de ingresos financieros de transporte público me responde la cosa más absurda que podría haber dicho en todo el viaje, como el coro de una canción que a todo peruano ya le es familiar: ‘ta vacío, al fondo hay sitio’ (bis).
Cual turba de escolares a punto de apanar al gordito lorna del salón, todos comienzan a repetir que no hay espacio, algunos sólo haciendo ruido, otros recordándole a Indiana la ruta por la que su hermosa progenitora lo alumbró.

Aprovecho la confusión para volver a mi posición original (medio paso a la derecha). El desinteresado romeo de uniforme escolar y mochila (con parches de Rezaka y Serial Asesino) ve frustrados sus intentos de dar pasión carnal a una apurada Julieta, quien se ha sumado al intento de enseñarle geometría espacial anuestro anfitrión y ha dejado de ver su reloj de Pucca.

¡Todos hacen lo que les da la gana!, ¡Siempre es lo mismo en el Perú!, ¡Oe imbécil no somos cuyes, somos gente!, ¡No está llevando cargamento, oiga!, ¡Cierra la puerta, animal! El chofer no se solidariza con nuestro vapuleado Indiana Jones, mira hacia el frente y se encomienda a su estampita despintada de Sarita Colonia.

He llegado a mi destino final y han pasado sólo quince minutos desde que salí de casa. Me apresuro inmediatamente a zafarme de lo que tranquilamente podría convertirse en un “mini-moqueguazo”, pues me acerco a mi instituto de inglés.Indiana Jones se despide de mí con ojos tristes y tratando de cobrarme aunque ya le pagué, le muestro mi boleto y me dispongo a dejarlo en medio del Ilave sobre ruedas.

A veces la mezquindad puede enardecer al viajero y un error de geometría espacial es un pecado capital, hasta el próximo post, esquina baja.

Este es el primer post y cada semana nos bajaremos en un paradero distinto. Estoy más que seguro, que todos tenemos más de una “combivencia” que contar, las cuales podrían servirme de inspiración para un próximo post. Comenten y despotriquen, en esta combi entran todos y si no, al fondo hay sitio.

Intro

“Cada viaje en combi es una nueva aventura donde podrás encontrar a la más variopinta fauna silvestre pagando tan sólo una fracción de sol. Un safari sobre ruedas en el que el mayor reto es asir el manubrio para lograr subir. Ten cuidado, porque la nave zarpará rápidamente, estés listo o no, incluso si tiene que llevarse consigo alguna parte de tu cuerpo. Si sobrevives, una vez dentro, podrás encontrar un circo freak como pocos. No solo podrás enfrascarte en un importante debate de finanzas con el cobrador, sino que presenciarás funciones de arte popular (las más pegajosas cumbias del momento interpretadas por la garganta desafinada de un cantante al que podrás subirle la moral con unos centavos que no te llevará ni a la pobreza ni a la riqueza), saborearás los más deliciosos ´productos golosinarios´ y podrás comprar los maravillas irrompibles que traen paz y felicidad eterna a precio de fábrica. A 'so, varón, A ’so."

Pasajeros inteligentes que pagan con sencillo...