Para leer en el micro: La Caída del Urracón Negro

Que en el Perú no se habla de otra cosa? Aquí les dejo una pequeña crónica que tuve que hacer para mi chamba el tiempo en que la polémica periodista de espectáculos le dijo adiós a la libertad. Estaba pensando en frases ingeniosas pero no encuento magalismo que defina con exactitud lo mucho que me divertí haciendo esta crónica. Espero les guste. Sube, sube, apéguense al fondo.

LA CAÍDA DEL URRACÓN NEGRO

El 2008 se nos fue dejando una dura lección para la periodista más polémica del país. Reviva paso a paso la más dolorosa derrota del monstruo televisivo más exitoso de todos los tiempos, mientras usted y nosotros, estimado lector, nos hacemos la gran pregunta: ¿Qué le espera a Magaly Medina en el 2009?

LA GOTA QUE DERRAMÓ EL VASO

El jueves 16 de octubre parecía un día más para la reina del ampay: la lectura de una nueva sentencia, una reparación civil más, una raya más al tigre que volvería a rugir esa noche frente a cámaras riéndose de una querella de la que saldría nuevamente airosa. La ilusión del triunfo estalló como pompa de jabón frente a un sonoro “juat?” y Magaly Teve no volvería a salir al aire esa noche.

En horas de la tarde parecía insólito escuchar en la radio y ver en la televisión los pormenores de una noticia que cayó sobre la opinión pública como un baldazo de agua fría: Magaly Jesús Medina Vela era sentenciada a 5 meses de prisión efectiva luego de ser hallada culpable por el delito de difamación en contra del futbolista Paolo Guerrero.

No podías creerlo, pelirroja, y nosotros tampoco. El tan ansiado golpe que no lograra una enfurecida Débora de Souza tildada de “trafera”, una Gisela Valcárcel acusada de organizar bacanales caseros (drogas incluidas) y una Mónica Adaro llamada a rabiar “prostituta”, fue asestado por Paolo Guerrero y el más certero de sus misilazos, esta vez, al arco de la ‘bocona’.

La sentencia que cortaría las alas a la urraca se hizo efectiva de inmediato, sin tiempo para un hasta pronto, sin tiempo para un último ampay, tan solo con la oportunidad de pronunciarse en CPN Radio: ahora la Magaly mujer llegaba a nuestras radios con una voz quebrada y pensando en la autora de sus días.

Una faceta insospechada de la mujer de hierro tantas veces demandada, tantas veces cuestionada por los abanderados del periodismo serio: un íntimo momento de fragilidad criticado con la misma dureza con la que arremetía contra sus ampayados. “El precio de decir la verdad” para ella, para muchos otros: ojo por ojo y diente por diente. “Bye, bye y vámonos a un corte”.

LA PROCESIÓN VA POR DENTRO

Las imágenes emitidas por todos los medios esa noche de octubre eran, sobremanera, insólitas y escalofriantes: La mujer más poderosa del Perú, según la “Encuesta del Poder”, era enmarrocada y trasladada al Penal de Chorrillos en medio de su propio circo: flashes, micrófonos, fieles y periodistas en un cuadro macabro a sátira y parodia de una procesión del Cristo Morado.

Atrás quedaba la insolente Magaly riéndose de Paolo Guerrero, rompiendo su carta notarial y zurrándose en toda conciliación, atrás quedaba la acérrima defensora de unas fotos tomadas a las 2 de la mañana y no a las 8 de la noche. Los vouchers del Friday’s, lugar del sonado ampay, indicando la hora, no eran prueba de nada, las declaraciones del agraviado tampoco.

En su lugar, las pantallas de nuestros televisores transmitieron a las 9 de la noche a un contradictorio Nicolás Lúcar defendiendo a capa y espada a la mujer con quien jamás guardó una buena relación. “La sentencia de Magaly es una aberración”, dijo el periodista a Peru.com horrorizado por el sufrimiento de su colega, con quien compartiera el set durante el aniversario de ATV.

El segundo momento de fragilidad de la conductora llegaría desde el programa “Enemigos Íntimos” con un video captado desde un celular: Una Magaly esposada y sonriente hace apenas unas horas volvía a quebrar su voz en el interior de un auto frente a un Ney Guerrero pateado y maltratado previo a su traslado al penal de San Jorge. El delito era el mismo, el final incierto también.

La versión de su urraco, hoy en el más absoluto silencio, era incuestionable y las fotos no mentían: Paolo Guerrero se había escapado de la concentración previa al partido con Brasil para ir a divertirse con Fiorella Chirichigno. Había que meter las manos al fuego por su irrefutable corresponsal, aunque terminara quemándose luego en un frío horno llamado Santa Mónica.

La modelo de Lima Limón saltó luego a la fama como “la amiga de Paolo Guerrero” y confirmaría luego su relación sentimental con el futbolista para terminar de hundir a Magaly al afirmar que salio con Guerrero temprano y no de madrugada. Cortina de humo o no, la figura televisiva más exitosa estaba ahora tras las rejas, aunque liderando el rating es noche, como siempre.

VAMOS A VER A LA CHICA DE LA TELE

Los días siguientes al encarcelamiento de la diva del chisme fueron de lo más previsibles: la prensa nacional pendiente al detalle del estado emocional, menú, y postura al dormir de Magaly Medina durante su estancia en el área de prevención del centro penitenciario.

En los kioscos de periódicos ya podían leerse titulares como: “Bruja, chapa tu escoba y fuga”, “Ahora come pan con torreja” y “Barre penal y limpia baño”. Mil versiones de lo que habría sido una llegada sin nada de espectacular: su nervioso ingreso en silencio y pendiente a todos los movimientos. El colchón de espuma, la única frazada y la cola para el único baño de la zona de prevención.

Las infaltables visitas llegarían con una prensa hambrienta de titulares y declaraciones de todos y cada uno de los que, selectos y designados, tenían oportunidad de intercambiar palabras con la ‘urraca’. Su ex marido César Lengua y su hermano Jimmy Medina fueron los primeros en llegar, a ellos le seguirìan amigas, urracas, familiares y su hijo Gianmarco Mendoza.

La periodista estrella de ATV se vio inmersa en el ojo de la tormenta, puesto privilegiado en el que colocó a medio Perú a lo largo de su trayectoria: sus propiedades, millonarios ingresos y bienes raíces en Miami que, lejos de ayudar a la interna del penal de Chorrillos, la hacían más vulnerable ante sus potenciales demandantes ávidos de reducir a centavos la fortuna de Magaly.

Los carteles pidiendo su libertad, las manifestaciones de cariño, los reportajes especiales, las ‘urraquitas’ de peluche y otros souvenir en venta estuvieron a la orden del día, así como las leyendas en torno a la nueva vida de la periodista. La expectativa terminó cuando la propia Magaly decidió dar la cara a través de su revista.

“¿Qué hay de raro que duerma en el suelo o en una banca, limpie los baños o haga cola para bañarme? He entrado a lugares hundida en el barro, he comido de todo y claro que he limpiado baños. Yo no sé por qué se asombran o arman tanto alboroto. Yo no soy una princesa de cuento. Soy periodista. Acá yo soy una reclusa más”, diría Medina el miércoles 22 de octubre en su primera carta.

Las ventas de la revista “Magaly Teve” comenzaron a multiplicarse exponencialmente publicando las cartas semanales de la periodista, tanto a su “Neyci” (su productor Ney Guerrero) como al público lector. Le duela a quien le duela, el terror de la farándula continuaría haciendo noticia y en boca de todos durante mucho tiempo más.

MAGNOLIA MERINO: LA DIVINA PARODIA

Al conocerse la noticia de una serie basada en la vida de Magaly Medina, muchos se preguntaron si este polémico personaje merecía la inmortalización a través de una miniserie en manos de la reconocida Michelle Alexander. El culebrón llegó antes que la respuesta bajo el original título de Magnolia Merino un lunes 17 de noviembre para sorpresa de propios y no de extraños.

El admirable y complicado trabajo de caracterización de la actriz Ebelin Ortiz en su primer protagónico le valdría elogios oportunos, duras críticas y hasta comentarios racistas en su blog. Lo cierto es que, llevando el sello de la ‘urraca’, no había pierde y Alexander lo sabía de sobra.

La producción debutó con un rating nada despreciable que iría decayendo acaso tal vez por las brutales exageraciones que pisoteaban furiosamente lo de “Cualquier parecido es pura coincidencia”. Cocainómana, extorsionadora, desesperada por un compañero de cama y alcohólica sin anonimatos: “La historia de un monstruo” estaba convirtiendo al personaje precisamente en eso.

En palabras de la propia Ortiz, esta miniserie continúa sin un final definido. Eso sí, cada capítulo continúa mostrándonos a toda nuestra farándula local con terribles vicios creados por guionistas cuyo esfuerzo consistía en cambiar en dos o tres letras los nombres de los personajes reales que inspiran a tanta vedette, gay, proxeneta y corrupto de saco y corbata aliado con el ‘doc’.

La sobreactuación, el exceso y la exageración que viene dándose en “Magnolia Merino” no han desmerecido la atención de sus seguidores y las risas del público en general al decir que todo es válido al momento si de divertir se trata. Valgan verdades, los personajes y la producción no han sido merecedores de la atención y, mucho menos, de las líneas de la Magaly original.

PALABRAS PRESIDENCIALES

Más de dos meses han transcurrido desde que la ‘bocona’ dejó de ser la figura más poderosa para convertirse en la ficha número 1000258981 del INPE. El escándalo de su prisión aminoraba su onda expansiva con chismes y comentarios sobre su lamentable estado emocional. Sin pensarlo, la ‘fierita’ volvería a las portadas en palabras del propio Presidente de la República.

“Magaly tiene algunos detractores pero veo que hay mucha presión social, creo que ya es suficiente los dos meses de reclusión, vamos a analizarlo con la Ministra de Justicia”, fue el pronunciamiento de Alan García durante la inauguración del penal de mujeres “Tarapacá” y que desataría una nueva polvareda farandulera, esta vez, en boca del mismísimo gobernante.

Tras este hecho sin precedentes, golpes de pecho y vivas sobraron frente a un supuesto indulto que, ciertamente, resultaría imposible para una Magaly que no admite culpa alguna y cuyo proceso se viene prolongando innecesariamente gracias a la vehemencia y desaciertos de un cansado César Nakasaki, abogado de la reina del ampay.

A estas declaraciones sobrevinieron más pancartas, recolecciones de firmas y más muestras de cariño cuya sinceridad se cuestionó duramente: “Ese tipo de firmitas se consiguen con una dádiva. No es extraño que pidan su libertad a cambio de 10 ó 20 soles”, diría luego a Peru.com un desconcertado padre de Mónica Adaro plantado en su segunda audiencia de conciliación con Magaly.

Sin culpas aceptadas o sentencias definitivas, un indulto es poco menos que imposible y, como diría luego Mónica Cabrejos, las palabras de García quedarían tan solo en “buenas intenciones”, valiéndole el calificativo de “farandulero” en más de una ocasión. La nueva pregunta que flotaba en el cielo donde antes volara la ‘urraca’ era: ¿Magaly pasaría la navidad tras las rejas?

VAMOS POR MÁS

En más de una ocasión, Tatiana del Carmen Bardales, la abogada de Paolo Guerrero, lamentaba públicamente lo que ella consideraba una pena “benigna” para Magaly Medina para manifestar luego sus intenciones de que la sentencia de la hasta hoy reclusa se prolongue a un año. Esta dura posibilidad no se descarta si analizamos que el caso viene evaluándose hasta el momento.

Tras un sinnúmero de falsas alarmas y la apelación de la defensa de Magaly producto de un Habeas Corpus rechazado por el 27 Juzgado Penal de Lima, la Tercera Sala Penal para Reos en cárcel no ha tomado una decisión hasta el momento y podría no hacerlo hasta dentro de 20 días más. La pregunta parecía replantearse para la ‘urraca’: ¿Cómo pasaría la navidad en prisión?

Los líos judiciales parecen no terminar para Magaly Medina, ya que Mónica Adaro prepara el 2009 de quien la llamara “prostituta” con una nueva demanda en la que le exigirá 5 millones como reparación civil luego de la difusión de imágenes suyas manteniendo relaciones sexuales en el histórico caso de las “prostivedettes”.

Esta sería la revancha de los ofendidos, pues la vedette Desiré Acosta también prepara su demanda al afirmar haber sido también tildada con el oficio más antiguo del mundo. Mientras más furiosas querellas se acumulan, la defensa de Paolo Guerrero continúa exigiendo sin contemplaciones un millón de dólares como reparación civil, así como disculpas públicas para su defendido.

FRÍA NAVIDAD

La noticia más reciente y (por qué no) conmovedora de nuestra heroína mediática llegaron con la noche buena y su sentido mensaje navideño desde la fría zona de prevención del Penal de Chorrillos: “El espíritu navideño está dentro de nosotros, porque lo mejor de esta vida es tener una familia con quienes compartir cariño” son sus primera palabras escritas a puño y letra.

La misiva navideña de Magaly Medina incluye no solo el agradecimiento a sus incondicionales, sino que mantiene firme la promesa de un retorno “para divertirnos juntos”. La urraca navideña será esperanzadora para sus fans y nefasta para quienes anhelan que siga presa eternamente.

Los días siguen pasando y sin duda alguna, estimado lector, esta historia continuará.

Para leer en el micro: BANZAAAAAAAAAAAY / El Milagro de San Martín


Para darle un poco más de variedad a este humilde espacio, he decidido refrescarlo con algunas crónicas y escritos que, sobrio o no, realice a lo largo de mis horas forzadas a llamarse libres. Aquí les dejo un pequeño texto que hice para mi clase de periodismo (como si eso pudiera enseñarse en un aula de clases) que trata, muy a mi estilo, el tan mentado tema de la sentencia a Fujimori. Ojalá les guste, paradero baja.




Para el efervescente fujimorato, una condena de perros hecha por gatos para las ratas; para los deudos de Barrios Altos y la Cantuta, todo un milagro de Semana Santa propia del magistrado de nombre santo: César San Martín. La sentencia condenatoria de 25 años de prisión efectiva al ex presidente Alberto Fujimori por cargos de secuestro agravado, asesinato de autoría mediata y lesiones graves, así como la millonaria reparación civil impuesta al condenado, marca un hito en la historia política de los países latinoamericanos al ser el primer proceso abierto a un ex presidente en su propio país por atentados contra los derechos humanos. En palabras del propio ex presidente Toledo, “es una lección para el mundo y una advertencia para todos los mandatarios que transgredan la democracia creyendo estar por encima de la ley”.

El 7 de abril del 2009 será recordado como el día en que la justicia peruana se interpuso a la autocracia y se alzó con el triunfo de los derechos humanos. Ahora, dos polos opuestos se contraponen: sentimientos encontrados de quienes, seguidores de un caudillo paternalista, consideran este fallo como una auténtica cachetada traicionera por parte del país a su propio salvador y de otros que, por su parte, encontraron la paz y la justicia anhelada por más de 20 años de denuncias, vigilias y fotos en sepia de hijos y esposos colgando inexpresivos de cuellos cansados. Este es el recuento de una culpabilidad anunciada, mas no por eso, menos digna de escrutar.

¡QUE VENGA LA SENTENCIA!

“El tribunal ha llegado a una certeza razonable sobre los cuatro hechos (Barrios Altos y La Cantuta y los secuestros de Gustavo Gorriti y de Samuel Dyer) y declara que los cuatro cargos están probados más allá de toda duda razonable. Por consiguiente, la sentencia es condenatoria”. Con estas palabras, César San Martín, presidente de la Sala Penal especial de la Corte Suprema, dio la estocada final al procesado antes de iniciar la parte final de la talla.

Ciento sesenta audiencias, dieciséis largos meses, cerca de once mil quinientas veinte horas de juicio, víctimas y testigos parecen pasarle la factura al chino. Los ojos serenos, idos y cansados del dios naranja de la honradez, la tecnología y el trabajo se cierran inciertos dejando atrás al enérgico yakuza que inició su batalla al grito de “¡Soy inocente!”. Ante un mar de flashes de la prensa mundial que aguarda por un gesto de quiebre, Alberto Kenya (“el segundo”) Fujimori Fujimori sonríe a las cámaras para mostrarse incólumne: nada parará el pegajoso ‘ritmo del chino’, el cual intenta subir su volumen en las afueras de la Diroes ante los gritos de “asesino” de la propia CTP (Central de Trabajadores del Perú), apristones de corazón que, al encontrarse con los fujimoristas que han tomado las calles, arremeten contra ellos para que jamás vuelva a “disolverse” la democracia. La policía impone orden para evitar derramamientos de sangre roja y “naranja”.

Dentro de la sede judicial es otro el ambiente, tras casi dos horas y media de lectura a una sentencia de 711 páginas teñidas de sangre por todas y cada una de las víctimas disueltas en cal por un nada clemente Grupo Colina, la bancada fujimorista recibe el más grande golpe de su joven historia: 25 años de condena para su máximo líder y el pago de una reparación civil, a título personal, de más de ochenta millones de soles entre todas las víctimas de los excesos de la lucha antisubversiva (si contamos el interés legal desde la fecha en que se produjo cada uno de los daños, la suma dineraria alcanza cifras exorbitantes). Consultado al respecto, el destacado periodista Nicolás Lúcar no oculta su desconcierto al decir: “Estamos hablando de las indemnizaciones y reparaciones civiles más altas en toda la historia de los procesos anticorrupción en la historia de nuestro país. El proceso, aún no concluso, está establecido para que este hombre (Fujimori), se muera en la cárcel si tomamos en cuenta los prolongados lapsos de tiempo entre apelaciones y nuevos giros en el caso. Tan solo le falta volverse loco al pobre hombre”.

PARÁLISIS NACIONAL

Desde el inicio del juicio oral al ex presidente Alberto Fujimori el 10 de diciembre del año 2007, el proceso, calificado de “impecable” por muchos como Carlos Rivera Paz (Abogado del Instituto de Defensa Legal) y de “ímprobo” por otros, fujimoristas de corazón, como Carlos Raffo, se ha logrado probar la vinculación del acusado con todos y cada uno de los delitos que se le imputaron.

A lo largo del litigio entre el Estado Peruano y el dictador, las audiencias se vieron alargadas por la sensible presión arterial de éste último, así como el canceroma (cáncer menor) que le fue detectado en la lengua en junio del año pasado y que ameritó una operación quirúrgica en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas. Este y otros agravantes prolongaron en demasía el esclarecimiento de los hechos.

Por la parte acusadora, más de 25 mil folios tuvieron que ser minuciosamente analizados por el Supremo Fiscal Avelino Guillén para elaborar las 247 pruebas de culpabilidad para la otrora cabeza del fenecido “Perú 2000”. La homérica tarea le valió a Guillén un lugar en la lista de los 100 personajes más notables del año 2008. Y no era para menos, el encarcelamiento de Fujimori escribió un nuevo capítulo en nuestra historia republicana que había sido exclusividad de Augusto B. Leguía y su proceso por atropellos contra los derechos humanos en el Tribunal de Sanción Nacional (1930).

Los llamados crímenes de Barrios Altos, la masacre de quince personas, incluyendo a un niño de ocho años, por parte del grupo armado Colina, dirigido por el propio Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos; La Cantuta, el asesinato y desaparición de nueve estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y Valle en manos del mismo grupo armado; y los secuestros en el sótano del SIE del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer son los tres pilares de este, bien llamado, “juicio del siglo”.

Hasta este trascendental acontecimiento, setenta y siete jefes de Estado en toda la historia habían comparecido ante una corte de justicia, siendo condenado a prisión solo el 17 por ciento de los mandatarios. Gracias a la autonomía, pocas veces vista, de nuestro Poder Judicial, hoy son sesenta y ocho.

¿Y AHORA QUÈ?

Luis Antonio León Borja, Máximo León León, Placentina Marcela Chumipuma Aguirre, Odar Mender Sifuentes Núñez y Benedicta Yanque Churo son solo algunas de las vidas apagadas para siempre cuyos nombres en la lista de homicidios calificados con alevosía y atribuidos a Fujimori, quien, según el fallo del juez San Martín, deberá permanecer en prisión hasta el diez de febrero del 2032, fecha incierta y una explícita condena a una muerte lenta y vergonzosa.

“Homicidio calificado” es el delito común tipificado en la sentencia original, hecho que deja de lado la categoría más exacta asignable este proceso: la de genocidio. Ante esto, las posibilidades de una amnistía, beneficios penitenciaros o un indulto son más plausibles para agravantes de este tipo. Carlos Rivera, representante legal de la parte civil, lamentó el hecho de que el encarcelamiento del presidente Fujimori se cumpla, et praxis, en la mitad del tiempo señalado por la extensa sentencia.

Una posible nulidad a esta condena aparentemente incuestionable no es descartada por el secretario general del PPC y congresista Raúl Castro Stagnaro quien, desde una columna de opinión en Peru21 publicada el mismo día de la condena, señala: “Como no hemos conocido el texto íntegro de la sentencia, no sabemos cuáles fundamentos que llevan a la corte a establecer que las víctimas de La Cantuta y de Barrios Altos no eran terroristas o miembros de Sendero Luminoso (…). Este tema podría ser utilizado a favor de la defensa si no hay una fundamentación adecuada. En todo caso, es un aspecto auxiliar de la sentencia (…), pero podría haber una nulidad parcial del fallo”.

El penalista Luis Lamas Puccio, presidente del Consejo de Ética del Colegio de Abogados de Lima (CAL) es menos optimista en este sentido y nos presenta una serie de factores que podrían poner trabas en el recurso de nulidad, interpuesto, casi como un acto reflejo, por el condenado y su defensor César Nakazaki.

“No podemos olvidar que Alerto Fujimori está procesado por el delito de secuestro. Para obtener beneficios bajo esta premisa, las exigencias son más rigurosas en términos, por ejemplo, de cinco días de trabajo forzado a cambio de un día de libertad. Si tomamos en cuenta la resolución emitida el año 2005 por el Tribunal Constitucional, el solo hecho que haya sido declarado culpable por un secuestro, limita sus beneficios tremendamente”, sentencia el entendido en leyes, escéptico ante el hecho de que la justicia peruana de marcha atrás en su intento por soterrar definitivamente el estribillo fujimorista “Pronto el chino está muy cerca. De todo nos acusaron, nada pudieron probar”

En cuanto al risible argumento del congresista Carlos Raffo (fujimorista hasta la médula) que afirma que la condena al ‘chino’ es la forma en que el PJ da la victoria al terrorismo y al propio Abimael Guzmán, Lamas Puccio es más que enérgico y afirma: “No tiene ningún asidero legal lo que dice este señor (Raffo), lo que dice son opiniones que tratan de llegar a la opinión pública para darle un sentido a la victimización de Fujimori y consolidar, de esta manera, el proyecto político del fujimorismo. Que no olviden los seguidores del procesado que aún faltan esclarecer dos o tres querellas legales más. Por otro lado, la apelación interpuesta requiere un dictamen fiscal cuyo sometimiento a voto demorará unos cuatro o cinco meses más”.

El primero de estos procesos mencionados por el abogado, próximo a iniciarse en mayo entrante, comprende la sanción por el pago ilegal de 15 millones de dólares por parte de Fujimori a su ex asesor y jefe virtual del Servicio de Inteligencia Nacional, Vladimiro Montesinos, por casos de corrupción. La muerte política del líder nipón parece se cierne indefectiblemente sobre sus más efervescentes defensores, cuyas pomposas manifestaciones seguirán infestando las calles con la única esperanza de un indulto presidencial en manos de una amenazadoramente carismática Keiko Sofía.

Recientemente, el nombramiento del magistrado lambayecano Duberlí Rodríguez Tineo como titular de la segunda instancia que evaluará la “condena del sigloe” es el nuevo viso en esta apelación que pretende llevar la defensa de Fujimori hasta las últimas consecuencias. Esta situación es un nuevo baldazo de agua fría para el fujimorato, dadas las vinculaciones que el vocal sostuvo con grupos de extrema izquierda y con el actual premier Yehude Simon, acusado de emerretista en todas las formas posibles por los felices militantes bailarines del renovado “Fuerza 2011”.

Mientras Keiko Sofía Fujimori niega ante la prensa internacional el haber tenido contacto con el presidente Alan García para pedir que indulte a su progenitor y su tío Santiago Fujimori arremete contra San Martín revelando su pasado como asesor del ex mandatario y autor de un garrafal proyecto de ley antiterrorista, se cierra un capítulo de nuestra historia que recalca la independencia y eficiencia de nuestro sistema judicial sin apoyo del extranjero.

Lejos de rivalidades políticas y lágrimas fujimoristas, ha llegado la hora de aceptar que en el Perú, la banda presidencial ha dejado de ser un chaleco antibalas y un limpiador de conciencias. La sentencia condenatoria a Alberto Fujimori es la prueba latente de que nadie, absolutamente nadie, puede escapar de lo que Yehude Simon llama inteligentemente “las reglas del juego de la democracia”.

NUESTRO LADRÓN FAVORITO / LA OPINIÒN DEL AUTOR


Al cierre del presente informe, el abogado César Nakazaki ha decidido apagar indefinidamente el celular por el que antes aceptara indefensas entrevistas con este servidor en busca de ‘pepitas (periodísticas) de oro’ en el caso de Magaly Medina (antes manejado por el abogado). No es para menos, las derrotas son siempre amargas y sé que su cliente estrella, preso aún en la Diroes, siente a solas el peso de la justicia de la que antes se riera, una paradoja tan letal que borra por completo toda sonrisa apacible de falsa entereza que haya podido esbozar el siempre aclamado ‘chino’ a lo largo de su “juicio del siglo”.

Sé que cualquier editor periodístico, o siendo más realistas, cualquier peruano promedio, consideraría agobiante y poco menos que un refrito el hablar de la trascendencia de esta condena. Lo que sí tenemos que dejar en claro, es que el gran ganador de esta condena a Fujimori es la democracia. Una democracia (valga la repetición del término hasta la saciedad) que el hombre del “cambio 90” pretendió adormecer acostumbrando a nuestro pueblo sufrido a comer de la mano. El mérito del ex presidente en su lucha contra el terrorismo es evidente y sería mezquino el menospreciar su triunfo en la guerra civil más cruenta que ha soportado el Perú.
Sin embargo, ni la más rimbombante victoria puede borrar las lágrimas y el dolor de quienes sucumbieron (y sobrevivieron) a un fuego cruzado en el que inocentes pagaron junto a pecadores para tranquilizar a la población y hacerle creer a esta que se asesinaban ‘más terrucos’.

Cada acción de las fuerzas armadas (justa o no) fue aprobada y conocida por el entonces presidente Fujimori, eso es absolutamente innegable y la premisa definitiva que tira abajo todo argumento ardido y dogmático de los adeptos del naranja chillón. Con esta sentencia, estamos listos para sentar en el banquillo del acusado a todo aquel que ose pisotear los derechos humanos. La banda presidencial no puede ser nunca más la garantía de la impunidad y de la omnipotencia en un país que ya aprendió a decir “basta”. La sentencia a Fujimori es justa solo por el hecho de haber demostrado, demoliendo todo cuestionamiento o margen de error posible, la culpabilidad del acusado y su participación activa en todas y cada una de los asesinatos perpetrados en pro de la endiosada “lucha antiterrorista”.

Si la heredera política de Alberto Fujimori alcanza el sillón presidencial, me atrevo a decir que la “pulverización institucional”, el robo, el asesinato, la compra de medios de comunicación, las cortinas de humo prefabricadas volverán a dopar nuestra joven democracia.

El llevar a la calidad de “martir” al mentor del fujimorismo no puede ser el inicio de una estrategia política sana, eso desde ya desacredita a la bonachona Keiko cuyos estudios fueron pagados centavo a centavo por mi padre y los padres de todos mis compañeros de clase. Me la debe, señora Sofía, no volvamos a convertir el país en una feria de tiro al blanco de campesinos sin derecho a voz ni voto.

En el 2011 será el primer sufragio de toda mi vida de ciudadano y me da escalofríos el solo pensar que tendré que hacerlo “con el hígado” o “en contra del otro candidato”. Ya nadie en el Perú vota por convicción, sino por el que menos daño nos haga. Sin ser pesimistas, cierro el presente informe con la convicción de que no podemos seguir perdonando a “nuestro ladrón favorito”, al Robin Hood que robe el dinero ahorrado honestamente durante toda una vida de trabajo a mi ahora jubilado abuelo y a la próxima amenaza que pretenda volver a socavar la democracia en un Perú que ha demostrado, con este caso, que no olvida fácilmente y que no teme a condenar a sus líderes, por más carritos sangucheros y cocinas portátiles que le hayan regalado en busca de votos ignorantes. Amén, San Martín. Amén, democracia.

Oda a la Tomba

Como adelanto del siguiente post, ha llegado la hora de rendir un sentido homenaje a las sensuales justiciares de pantalón apretado y macana amenazadora. La tomba, la jefa, la poli, la serafina, llámenla como quieran, pero ellas son incorruptibles, inquebrantables, duras, letales y, sin duda algunas, sexys. Un saludo respetuoso a todas las mujeres policías...excepto a las gordas poco agraciadas e infelices que manejan negligentemente el tráfico en Av. Negocios y República de Panamán, dejen a los semáforos hacer su trabajo y no hagan más duro mi ingreso matutino a la universidad.

Del disco "Las niñas del columpio" (de mi gran amigo Gustavo Espinoza, alias 'Cejitas') les dejo este temón que, estoy seguro, les robará una sonrisa.

Tomba (Night version) - 'Cejitas' y yo



Tomba (Day version) - 'Cejitas' y yo



Cantándole a una 'tomba' (VIDEORETO ACJ VERANO 2008)



TOMBA! ---- Letra y música de Cejitas

Tomba, casco y motocicleta
Tomba, silbato y papeleta
Tomba, con tu toque tan casual que siempre me hipnotiza

Tomba, con tu buen gallardete
Tomba, tu pantalon al cohete
Tomba, me convierto en animal y sudo;

Cada vez que tú me cuadras con tu porte tan sensual;
Me dan ganas de agarrarte, con respeto policial;
En mis noches yo te sueño y juego con mi colchón;
Oye tomba quiero darte.. Mi tremendo corazón.

Tomba, me agarras por sorpresa
Tomba, caldo con buena presa
Tomba, estoy apunto de estallar y mostrar mi amor por tí.

Tomba, espero la luz roja;
Tomba, dichoso quien la coja
Tomba, fruta jugosa del edén y me pregunto;

Quien tendrá el privilegio de sentarse a navegar;
En tu Harley Davidson y ponerse a Montar;
Quiero ser tu compañero y llevarte al altar;
Pero mientras junto plata, vamos solos a trotar.

Tomba, enviame a la cana
Tomba, pégame con macana
Tomba, mostrándome tu gran servicio me haces perder el juicio.

Tomba, mi flor de primavera,
Tomba, mi sirena playera,
Tomba, ahora que estamos en verano me imagino.

Caminando de tu mano por el viejo Boulevard;
Con tu tanga brasilera, color verde militar;
Los mañosos de la cuadra te silvarán por detrás:
Pero yo te amo Tomba, no me importa lo demás.

Tomba, quiero estar a tu lado
Tomba, ranear a tu costado
Tomba, entrename con tu talento, este es el momento;

Tomba, si quieres me arrodillo;
Tomba, si quieres te maquillo;
Tomba, entregaré mi voluntad a tus deseos;

Es que hay cosas que contigo he podido disfrutar;
Cuando agarraste a ese choro, con bala en el femoral;
Seré fiel, seré sumiso y nunca te he de dejar;
Por favor te lo suplico, no me vayas a golpear.



Bonitos y gorditos, muchachos, bonitos y gorditos


Siempre he pensado que dentro de todo cobrador y chofer de combi existe un filántropo preocupado intensamente por el bienestar de sus pasajeros al más mínimo detalles. Dormido en alguna parte de su cuerpo oscurecido por el dióxido de carbono del ‘planchao’ que le sacó ventaja, oculto, silente, casi utópico, pero allí está: esperando a las proximidades de las mal llamadas ‘tombas’ para salir a flote sorprendiendo a un incrédulo transeúnte.

Esta calurosa tarde de marzo la atmósfera enrarecida, pero aún respirable, de la avenida la Marina, corta mi cara (qué poético) mientras corro contra el tráfico (qué erótico) para alcanzar a la ‘S’ que, ingrata y microscópica, me llevará a mi centro de labores.

El pequeño portón deslizable se abre ante mis ojos con un cobrador menor que yo dispuesto a darme, buenamente, escazos 5 segundos (sin fracción que valga) para abordar el vehículo. Si no logro tal proeza, es posible que mi cuerpo se exhiba triste, pero célebre, bajo una improvisada pila de diarios chicha, muerto y estelarizando un informe policial de 30 segundos en algún noticiero nocturno donde algún conductor dirá, con la más hipócrita de las tristezas, alguna frase de lástima encabezada por el siempre oportuno “¿Hasta cuando?”. Pero hoy no moriré, afortunadamente, logro abordar el vehículo y comprobar, muy a mi pesar, que no hay asiento para mí en aquella lata de sardinas Fany con ruedas que me conducirá a trabajar.

Entonces comienza en mí esa incertidumbre que agobia siempre a quienes vamos de pie porque no nos levantamos más temprano en hora punta, esa pregunta que da vueltas sin parar en la mente traviesa de un universitario y que podrías resumir en cuatro palabras: “¿Cuándo bajará alguien?, carajo”. Y en estos casos, el carajo es el feliz vocablo para deshaogarse de ese instante triunfal en que algún feligrés pronuncie ese “esquina baja”, que me devuelva la sonrisa. Hoy parece no ser el día, todo quieren permanecer cómodamente sentados y las inmensas posaderas de una anciana gigantezca castigando al asiento reservado alejan a latigazos mi esperanza de encontrar asiento.

Cuando se es alto, como es mi caso, el viajar parado en una combi se vuelve poco más que insufrible: faenas propias de una sexy contorsionista en pantaloneta y malla se vuelven necesarias para poder viajar. La tortura a la que se ve sometida mi columna vertebral se prolonga con el habitual “apéguese al fondo” del pequeño cobrador….”¿Cuál fondo, mocoso de mierda? Me estoy partiendo en dos y tú quieres que me doble más para que puedas torturar de la misma manera a cuatro civiles más en tu carrito de juguete”. De repente, la luz de esperanza (o del foquito de 120 que cuelga de un alambre de cobre pelado) se enciende para mí, un asiento delantero, mortal y vacío, emerge entre el cobrador y un pasajero.

¡Eureka!, gritó involuntariamente ante un cobrador adolescente que me mira extrañado. Tal vez la frase que esperaba era “Bien cunchesumare”. Le pregunto al muchacho si puedo pasarme al asiento vacío de adelante en el próximo paradero. Sus ojos indiferentes se posan sobre mi encorvada espalda y parece entender mi calvario de aprendiz de Margarito. “Pasa ‘lante, varón. Ta’ debes tar cagao’ allí partido a la mitad”, la frase de un comprensivo chico casi de mi edad escandaliza al mastodonte que, se abanica escandalizada desde al asiento reservado a punto de sucumbir bajo su descomunal trasero a punto de reventar el igualmente heroico vestido floreado.

“Permiso”, el metalero que viaja adelante se mueve a regañadientes y me deja pasar. Intento abrocharme el cinturón en vano. El asiento central de la parte delantera casi nunca tiene cinturón de seguridad; si lo tiene, este rara vez funciona o puede cerrarse. De repente, vienen a mi mente escenas de combis magulladas y destrozadas por su parte delantera producto de los habituales ‘correteos’ entre micros de la misma línea. Llámenme paranoico si quieren; miedoso, si gustan; exagerado y fatalista, qué importa. No me daba buena espina el no tener cinturón de seguridad.

Y es que en nuestra Lima gris los transeúntes estamos acostumbrados a no protestar cuando se pasa por encima de nuestros derechos, no por miedo a no conocerlos bien, sino por la estúpida sensación de vergüenza que produce el que otros pasajeros nos miren al reclamar lo que es justo. A veces, como he demostrado en posts anteriores, te apoyan; otras, solo miran expectantes y comentan entre ellos lo jodido que está el Perú y lo jodido que estará siempre por los siglos de los siglos amén. “Uy no, que roche, qué dira la gente, mejor me pongo el cinturón encimita y ahí nomás”.

- El cinturón no funciona -, digo preocupado y paranoico, como ando casi siempre.
- “Sí fuciona, causa, ajusta nomás” – responde el cobrador, terco y bocafloja como yo a los 12 años.
- Te estoy diciendo que no –
- Dile al gordo (el chofer) oe ‘mondongo’, abróchale la correa, uón.

En ese momento y sin razón alguna, vinieron a la mente graciosas imágenes imágenes de mi abuelo anudando cariñosamente la cuerda en torno a mi túnica blanca, a puertas de la iglesia donde haría mi primera comunión. Insolente y sin reparos, le digo antes de entregar mi corazón a Cristo:

- Oe ‘mondongo’, abróchame la correa, uón –

Mi risa producto de parodias mentales sin sentido desaparecen al momento:

- Sabes qué? no funciona el cinturón. Así nomás causa, ponlo encimita nomás –

Mientras eso ocurre, otro estudiante universitario reclama por su medio pasaje inexistente:

- ¿Cómo que un sol cincuenta?, te estoy diciendo medio –
- Mi boleto, por favor – reclama una señorona de buena presencia, talvez camino a Miraflores y condenada a la combi por un marido que no la pudo llevar a la peluquería Montalvo por su ajetreo en alguna trasnacional de donde obtiene el generoso salario para mantenerla a ella ocupada y a sus hijos en la de Lima.

El caos continúa y el chofer, confiado en que su pequeño ‘padawan’ atenderá las quejas con dilación, acelera para llegar al próximo paradero. En proezas dignas de un monster truck, hace piques veloces y frena de repente a medio metro de un bus Covida. Todos salen disparados hacia adelante, todos los reclamones callan, o mejor dicho, callamos.

Las lisuras y el desconcierto de los pasajeros no se hacen esperar: La madre del señor chofer viene a la mente de todos. De repente, el juego se invierte a favor de nosotros. Dos paraderos después, el ‘datero’ pronuncia la señal de alerta que desequilibra emocionalmente al párroco chofer y a su insolente monaguillo cobrador: “Al frente hay batida, cuidao’ causa”.

La alarma está dada, Hiroshima y Nagasaki están por estallar dentro de la combi y el chofer se apresura a meter su camisa dentro del pantalón. La luz roja está por cambiar y el pánico del conductor se contagia a su joven asistente. Como por arte de magia, el hermoso cliché de “el cliente siempre tiene la razón” se apodera del púber y un extraño civismo toma posesión de su cuerpo. Producto de esta posesión, el cobrador comienza a repartir boletos a diestra y siniestra.

Un intelectual caballero le hace saber que ya recibió boleto y que no ha pagado su pasaje todavía, “qué chucha” parece decir el alarmado chiquillo con un silencio desesperante. El espíritu de la niña angelical que canta “los valores que están en ti” en una triste campaña institucional se ha introducido en el cuerpo de nuestros anfitriones sin exorcismo que valga. Inmediatamente, el chofer le pide al metalero de mi costado que se abroche el cinturón, porque “podría pasarle cualquier cosa, joven”.

Mi situación no mejora y yo también exijo mi dosis de cordialidad producto de una hipócrita educación vial. “Mi cinturón sigue sin abrocharse, creo que le pediré a la señora ‘tomba’ que me lo abroche”. Los ojos suplicantes del piloto de este avión en picada se posan en mí a punto de llorar. Su petulancia, soberbia y conchudez producto de casi 188 años de república criollísima se esfuman ante mi sonrisa maquiavélica de chantajista amateur.

- Abróchalo encima nomás – desesperado y perdido, fuerza el cinturón y lo abrocha en torno a mí.
- ¡Uy! Se soltó – lo desabrocho con una expresión diabólica.

Cuatro patrullas y 9 efectivos de serenazgo aguardan impacientes deteniendo a cuanta combi y bus se les ponga en frente. Bigotes de brocha sabe que su combi no será la excepción: sin bajarme la mirada, el miedo se apodera de él y doblegan el ‘barrunto’ que lo enorgulleció durante toda su vida. Hoy no “uón”, yo pongo las reglas y me vale un carajo que “aquí todo sea chevere, la música, el cobrador y el chofer”.

- No tengo para mi pasaje y tu chiquillo no quiere cobrarme medio –
- Ponte el cinturón, varón. Ya fue, no pagas pasaje –
- Mi brother del carné tampoco – me solidarizo con mi compañero universitario cuyo carné no fue merecedor de la justicia urbana del mezquino cobrador.
- Ya causa, ponte el cinturón, ahorita cambia a verde –

Mis buenas maneras se van por el tubo de escape y, conciente de que podría regalarme sus cuatro perritos “cabeza móvil”, su estampita del señor de Luren y su CD con la foto de Sarita Colonia si se me antojaba, me atrevo a continuar caprichoso.

- Sin pasajes, a él y a mí y me haces un sitio atrás ahora mismo –

Esos cuatro segundos se me hicieron eternos, pero supe que había ganado la batalla. La luz del semáforo cambió a verde y, en cuestión de segundos, la combi se detuvo ante los ojos escrutadores de la sensual mujer policía que pidió sus documentos al cobrador que para ese momento ya sudaba frío.

- Papeles, por favor – La sensual guardiana de la ley y el orden se azomó implacable por la ventana. Yo sonreía imperturbable con mi mochila sobre mí,
disimulando azolapado el desperfecto técnico que habría podido costarle muy caro a mi negligente anfitrión.

No pensaba dármelas de civista ejemplar, había que ser realista, era imposible pedirle que arregle su cinturón, pues primero tendría que arreglar su cerebro y la adormecida ética que jamás remuerde a un chofer peruano al exponer la vida de sus pasajeros, lo más salomónico era que me devolviera atrás con un cómodo lugar y preservar mi seguridad en ese momento.

Los resultados de la inspección fueron favorables e, insólitamente, el señor obtuvo un 20 en el examen. El chantajeado conductor volteó con el alivio propio de un padre primerizo al que le dicen que el hijo, no solo nació vivo, sino que también se parece a él (descartando así cualquier infidelidad vecinal).

En ese momento, pensé que me asesinaría, pero no dudó en cumplir con su parte del trato. “Jacho, devuélvele su pasaje al joven”. Mi sonrisa de oreja a oreja coincide con la sorpresa de mi condiscípulo, que no entiende el por qué de tan insólita decisión.

Esta doble moral que persite en el 100% de los cobradores y choferes de nuestra ciudad me recuerdan siempre a los geniales pinguinos de la película Madagascar y su inmortal frase “bonitos y gorditos, muchachos, bonitos y gorditos” cadavez que el peligro está cerca. Es precisamente esa imagen de orden perpetuo o, siquiera, seguridad garantizada, que quisiéramos fuera real en cada combi que abordamos día a día.

No nos mintamos, aún falta mucho para que ello pase y que el largo brazo de la ley sea lo suficientemente largo para sancionar como se debe a estos “Meteoros” urbanos con hambre de sangre y sencillo.

La “S” se detiene en la esquina de Espinar con Pardo, mi buena acción del día, mi granito de arena ante este mar de cal que es la informalidad de nuestro transporte público (si bien era en realidad un egoísta ajusticiamiento universitario) me hicieron bajar triunfante y ganador de un sol cincuenta para el pasaje de regreso. Hasta el próximo post, con mi madre presente en la mente del chofer y del cobrador, esquina baja.

Pasajeros inteligentes que pagan con sencillo...